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martes, 26 de julio de 2016

¿POR QUÉ ELIJO YO MI TRATAMIENTO? LEY DE AUTONOMÍA DEL PACIENTE. Ley 41/2002

En multitud de ocasiones la persona afectada por esclerosis múltiple refiere estados de alta ansiedad por la incertidumbre que se deriva respecto a la elección de su tratamiento. Esta práctica asistencial está basada en un derecho del paciente, que quizás y en la mayoría de los casos, este desconoce. Ocurre que, en ocasiones, se le propone al paciente elegir su tratamiento, incluso el mismo día que se le está comunicando el diagnóstico y la información que se les ofrece para facilitar el proceso de toma de decisiones, son en la mayoría de los casos, un listado de efectos secundarios.

Preguntémonos por tanto, ¿cómo es posible que una persona recién diagnosticada y ante un especialista de neurología, tenga que elegir su propio tratamiento? Esta respuesta sin duda, generará miles de preguntas posteriores, estas son sólo una muestra de las recogidas ¿Cómo afecta esto a la persona que deposita su seguridad clínica, su salud, en el profesional asistencial, su neurólogo? ¿Cómo afecta esto a la relación médico-paciente? ¿qué nivel de seguridad o inseguridad se deriva por parte de la persona afectada a su tratamiento? ¿qué nivel de rechazo de tratamientos tiene esta práctica, tal cuál se viene haciendo? Podría seguir formulando preguntas, pero tal vez sea hora de intentar explicar por qué pasa esto y cómo tendría que suceder.


Un punto de partida, para intentar comprender mejor. Ponte en el lugar de otra persona.

A veces comprender una cosa pasa tan sólo por recibir una explicación clara, sencilla que responda a la inquietud que la persona se plantea. Sin embargo cuando esto no ocurre, en lugar de resolver una pregunta generamos una nueva duda, una nueva incertidumbre. El problema está en que las incertidumbres que se relacionan con el tema de las enfermedades pueden generar más malestar que bienestar.
Cuando se sabe por qué sucede algo, o por qué lo que ocurre es así, aún generando malestar, se reduce la incertidumbre. Para que esto ocurra, la distancia terapéutica es vital, las habilidades de comunicación, es impotantísima y el tiempo invertido en miradas, silencios, etc. resulta esencial.

Pongámonos por tanto en la piel de una persona de unos 38 años, por ejemplo, que después de un período largo de tiempo, donde los síntomas que venía sufriendo desde hace años, sin saber por qué, empiezan a cambiar la vida y sobre todo las cosas que ha de hacer en su vida. Su vida profesional se afectada por algo que no puede controlar, su vida personal se ve influenciada por estados emocionales que no sabe a qué se deben. Sus aficiones se ven interferidas pese a sus esfuerzos. Parece que poco a poco, todo empieza a estar influenciado por tantas cosas que pasan desde hace tiempo, sin saber por qué. Necesitamos una respuesta.
Es pues, esta pequeñísima introducción, un punto de partida que todos nos podemos imaginar. Algo nos ocurre, pero no sabemos por qué ocurre.

De forma que para dar respuesta acudimos a quienes nos pueden ayudar, los profesionales de la Medicina, para averiguar qué causas nos pueden explicar lo que está sucediendo en nuestro cuerpo. Así, nuestro profesional de la medicina comienza a establecer qué pruebas, según que síntomas, serían las apropiadas para intentar obtener una respuesta, un diagnóstico clínico diferencial que explique lo que está sucediendo. Supongamos también, que es mucho suponer en muchos de los casos, que desde un principio todo empieza a estar claro y comienzan a derivar a la persona a los servicios especializados necesarios para las pruebas precisas que puedan confirmar un diagnóstico de esclerosis múltiple. Supongamos además, que una vez realizadas las pruebas, todo apunta, sin duda;  a que efectivamente los síntomas que brotaron en un día, dan explicación a lo que la persona venía sufriendo antes, y por tanto, es evidente, parece claro que todo puede estar debido a un diagnóstico diferencial de Esclerosis Múltiple, pero la persona aún no sabe nada, sólo que están haciendo pruebas.

Casi un año después de todo esto, por ser generoso, la persona es derivada a la consulta de neurología por primera vez, a una consulta específica, si la hay, de esclerosis múltiple. La persona que ya finalizado todas sus pruebas, irá para ser informada de qué causa explican por qué le sucede todo lo que refiere. Por tanto, recibirá información de qué es lo que le pasa. A la consulta de neurología la persona acudirá, como podemos suponer e imaginar ya con cierta incertidumbre y por tanto con cierta angustia. 

Es importante, que imaginemos todo este deambular que tiene que recorrer una persona para obtener una respuesta concreta a lo que le sucede. Esa respuesta dará explicación a por qué nuestro caminar es desequilibrado con tendencia a inclinar nuestra marcha a un lado, por qué nos fatigamos con tanta intensidad o por qué nuestra vista es borrosa. También podremos saber por qué nuestra sensibilidad ha cambiado, sentimos hormigueos o nuestra fuerza ha disminuido. Son tantas cosas que requieren ser explicadas, que se asiste a la primera consulta con la esperanza de que no sea nada grave, pero casi con la certeza de que algo está sucediendo.

Esperamos en una sala, donde además vemos a otras personas que nos hacen pensar, qué puede estar sucediendo. Nuestra angustia crece. Suena nuestro nombre. Es el momento de saber.

La Ley de Autonomía del Paciente, 41/2002.

"Toda actuación en el ámbito de la salud de un paciente necesita el consentimiento libre y voluntario del afectado una vez que reciba la información adecuada y haya podido valorar las opciones"

La Ley de Autonomía del Paciente tiene una finalidad concreta que aunque redactada tal cual, parezca básica es profunda en su desarrollo y complejidad. El objetivo es romper con el parternalismo institucional para hacer partícipe a la persona de todo su proceso potenciando su decisión sobre cualquier otra. Pero como no es mi intención entrar a valorar la Ley o su idoneidad, continuaré con la redacción de la entrada.

Estamos pues ya ante nuestro especialista en neurología quien nos comunicará de una forma u otra el diagnóstico que explique lo que nos sucede. A veces la habilidades terapéuticas para comunicar un diagnóstico crónico, progresivo y discapacitante, deben estar muy bien adquiridas para que la persona que reciba dicho diagnóstico, pueda trabajar el impacto del mismo cuando salga de la consulta. Ocurre que en muchísimas ocasiones, la falta de tiempo asistencial obliga al profesional a prescindir, de dichas habilidades, de forma que el diagnóstico se comunica, como suelen decir las personas afectadas, de forma fría, directa. Una vez comunicado el diagnóstico, la persona se enfrenta a una segundo impacto. La gravedad.
Generalmente, me suelen comunicar que la gravedad del proceso de enfermedad que comunican los especialistas en neurología, no se transmite a la persona afectada, siendo la recomendación principal que no busque información. Sin tiempo para reaccionar y casi en estado de shock emocinal y mental, a la persona se le presenta una batería de tratamientos farmacológicos disponibles para la enfermedad que acaban de comunicar. Se proporciona información sobre cómo se suministran los tratamientos y qué efectos secundarios posibles pueden darse. Hasta ahí bien. Sin embargo ocurre, que una vez explicado esto, el especialista en neurología suele decir a la persona recién diagnosticada que debe elegir ella el tratamiento. Pongámonos en situación.

Acabamos de recibir un diagnóstico de enfermedad crónica, progresiva y discapacitante y además la persona que más sabe de esto, nuestro neurólogo, me está pidiendo que elija el tratamiento qué debo ponerme. Que lo elija yo, recién diagnosticado que no sé nada de medicina y mucho menos de esclerosis múltiple. Acto seguido se suele recibir la "prescripción" de no buscar información en la red. Esto no puede sino provocar lo contrario, saber ¿por qué nos han pedido que no busquemos información? ¿Qué es realmente lo que tengo? mientras retenemos el término esclerosis múltiple en nuestra cabeza. 

¿Cómo es posible que esto suceda así?

A veces, introducir que la Ley obliga a que esto sea así, ayuda. Pero para que la Ley no sea una excusa y si un medio, es necesario mejorar notablemente cómo comunicar un diagnóstico, no pensando en la enfermedad que comunicaremos, sino en la persona que una vez se levante y salga por la consulta, será una persona recién diagnosticada de esclerosis múltiple, la enfermedad crónica que más discapacidad genera en adultos jóvenes. Una enfermedad crónica, que será para siempre, que no tiene cura. Una enfermedad progesiva, que irá a más, pero no sabemos cómo ni cuándo ni con que intensidad evoluciará. Una enfermedad que generará discapacidad de una forma u otra, con unas interferencias u otras, pero cambiará en alguna medida, la vida y la forma de vivir de la persona que está en consulta. Es pues una enfermedad que no puede ser comparada ni con otra, ni con personas que la también la sufran o padezcan (la enfermedad de las mil caras). Es pues una enfermedad que cursa de forma progresiva y con pronóstico impredecible (nadie puede decirte qué pasará, ni cuándo, ni cómo, pero pasará). 
Ayudar a la persona que esté en esa consulta, no es fácil, y no lo será si no trasladamos los por qués  de la forma de actuar que los profesionales implicados. Incluso no será fácil aún siendo el mejor en comunicar el diagnóstico, siendo el mejor en generar confianza y seguridad, siendo el mejor profesional posible. Para que todo esto pueda cambiar, hemos de pensar desde el lugar del otro, de forma que sabiendo lo que ya sé sobre la Ley de Autonomía del Paciente, ¿cómo me gustaría a mi que me recibiesen en esa primara consulta donde tengo que tomar decisiones importantes sobre mi proceso de enfermedad?

La Ley de Autonomía del Paciente da por derecho al paciente, a la persona afectada:
  1. Derecho a la información y a no ser informado
  2. Elección entre opciones terapéuticas
  3. „ Consentimiento informado.
  4. „ Instrucciones previas.
  5. Derecho a negarse al tratamiento. Y además este derecho implica no tomar represalias.
  6. „ Alta voluntaria.
Además otorga al paciente, a la persona afectada el derecho a la información clínica, que podemos resumir así. 
"El concepto de información clínica integra en una sola definición las llamadas: información asistencial (orientada a la toma de decisiones en relación con un tratamiento o intervención) e información terapéutica (dirigida al cuidado, preservación y mejora de la salud) Resulta obligatorio para los profesionales sanitarios proporcionar a los pacientes y usuarios ambos tipos de información"

De forma que lo que sucede en la consulta de neurología cuando se comunica el diagnóstico, suele ocurrir porque la Ley obliga a que este proceso se cumpla. Otra cosa muy diferente es cómo debiera ocurrir o cómo mejorar estos procesos para que comunicar un diagnóstico y dar a la persona afectada la responsabilidad de elegir su tratamiento, ayude como es la finalidad real, en lugar de aumentar la incertidumbre  la angustia ante el proceso. Además, es importante saber que la persona afectada se adhiere mejor a su proceso de tratamiento cuando mejor se le informa del mismo. 

A veces ocurre, que en la consulta de la Asociación Granadina de Esclerosis Múltiple, cuando explico esto a una persona recién diagnosticada, oigo una frase que me da mucho qué pensar "y por qué no me lo dijeron"
De ahí surgió esta entrada. Hace dos semanas aproximadamente, tres personas me repitieron un argumento muy parecido "como es posible que yo tenga que elegir mi tratamiento si no sé nada de medicina. Yo no soy neurólogo". A lo que siempre respondo lo mismo después de invertir el tiempo necesario para explicar lo que he intentado escribiros en esta enterada. "Estoy seguro, y no me cabe duda alguna, de que si supieran o pudieran hacerlo de otra forma, lo harían. Pero fue así y ya no lo podemos cambiar, ahora toca pensar cómo podemos trabajar hoy"

Entender por parte de la persona afectada, por qué un especialista en Medicina, le da la opción en la decisión de un tratamiento que desconoce, y de una enfermedad que no conocía hasta que se la comunicaron ayudará sin duda, a reducir la distancia terapéutica posible, a generar mayor adherencia a las recomendaciones clínicas que es el servicio propone y a mejorar activamente el papel de la persona afectada tenga sobre su proceso de enfermedad. 

No es mi intención, en absoluto, lanzar piedras sobre el tejado de los especialistas, y sí hacer comprender a la persona afectada por qué se actúa así. Siempre es tiempo de mejorar, y claro que se puede mejorar en el proceso de comunicación. Esa asignatura pendiente será objeto de otra entrada.

En una enfermedad donde la Incertidumbre es el factor común, conocer las respuestas debiera no darse por supuesto. Y en aquellas preguntas que no tengan respuestas, ya sabes "no te hagas preguntas que no puedas responderte"



Espero y deseo haberme explicado con claridad. Si así lo consideras, por favor, comparte o comenta la entrada. De esta forma podremos llegar a más gente.



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Autor del Blog y de la entrada
Alberto José Ruiz Maresca.
Psicólogo General Sanitario
NICA 24045 Nº Col AO 04033.
AGDEM


martes, 5 de julio de 2016

SÍNTOMAS PSICOLÓGICOS Y SOCIALES DE LA ESCLEROSIS MÚLTIPLE. EL AISLAMIENTO SOCIAL

Las personas tendemos a protegernos siempre de todo aquello que puede resultar una amenaza. En ocasiones la forma de protegernos, lejos de hacernos bien, nos daña más aún. Sin embargo actuamos así porque nadie nos ha dicho cómo hacerlo en estas circunstancias y porque hasta ese momento creíamos que era lo mejor que podíamos hacer.


El Aislamiento Social. ¿Qué es?

El aislamiento social, en el marco del Afrontamiento de Enfermedades Crónicas, es la tendencia creciente que una persona desarrolla de forma voluntaria e intencional para evadir, eludir, rechazar, evitar, aquellas acciones y situaciones sociales que hasta el momento eran propias y típicas en la persona, mediante la exposición de excusas, que en ocasiones faltan a la verdad, es decir que son mentiras, para justificar su decisión de no acudir. 

En ocasiones el término aislamiento social está asociado al concepto de Soledad. Esta asociación se da principalmente cuando hablamos del impacto de las enfermedades en edades avanzadas e incluso en la propia etapa de la vida sin presencia de enfermedad conocida como senectud. El concepto de Soledad puede llevar implícito un componente involuntario, es decir que la persona se sienta sola a pesar de no desearlo e incluso de no estarlo.

En esta entrada trataremos la Soledad como la consecuencia extrema del Aislamiento Social que será referido constantemente como síntoma a identificar asociado a otros procesos psicológicos y emocionales característicos de la enfermedad crónica y de la esclerosis múltiple, generalmente en las fases de shock y negación de la enfermedad.

El Aislamiento Social como Síntoma.

El Aislamiento Social como síntoma, también llamado Tendencia al Aislamiento Social. (TAS) es consecuencia de un estado emocional inestable que sumerge a la persona en un estado de incertidumbre de alta intensidad. Emocionalmente la persona se carga de una ansiedad proyectada por la incertidumbre de cómo será su estado en un tiempo futuro. Esta incertidumbre puede generar mayor vulnerabilidad según la persona acceda a información fiable o no en redes sociales, independientemente de cómo sea o esté su estado físico de preservado. Aislarse Socialmente es una de las primeras reacciones mentales, emocionales y psicológicas que la persona despliega como medida de seguridad y protección.

¿De qué se protege la persona con el Aislamiento Social?

Una vez que la persona vivencia la incertidumbre de alta intensidad, la persona en sus fases iniciales de diagnóstico, un año de desde el diagnóstico,  puede empezar a experimentar crisis de ansiedad a consecuencia de la incertidumbre a la que ha sido expuesta, sobre cómo será su estado físico y mental. No tener respuesta a cualquier pregunta realizada es la mayor causa de incertidumbre emocional conocida en las enfermedades crónicas.

Durante este tiempo, la persona actúa de cara a los demás en la mayoría de las ocasiones sin revelar qué le está sucediendo. Entender que la persona diagnosticada por esclerosis múltiple no desee revelar su estado es algo lógico, pues preservar su intimidad es una decisión que sólo es competencia suya, como no podía ser menos. 
Sin embargo, y en ocasiones, los familiares son los primeros en revelar en secreto lo que está ocurriendo (a una hermana, una tía, una madre, etc) con la condición de que no le hagan saber a la persona diagnosticada , de que ya han sido informados, es una primera forma de descargar emocionalmente el impacto de lo que está sucediendo y un primer síntoma de que el entono sociofamiliar está siendo afectado.

El aislamiento social es por tanto el tiempo que la persona afectada cree darse a sí mismo para ir ganando seguridad, de esta forma la persona afectada cree, erróneamente, protegerse. Y es cierto que necesitan ganar seguridad, pues han iniciado un tratamiento al que tienen que hacerse, han de recuperarse de posibles brotes, o secuelas, y también han de ganar controlabilidad emocional sobre sí mismas (intentar controlar el llanto, evitar la ansiedad en situaciones sociales con presencia de mucha gente, etc) También han de ganar seguridad sintomática, es decir aprenden a manejar las interferencias físicas que la enfermedad vaya generando, más fatiga, menos tolerancia al calor, menos fuerza en general....

El problema está en que el aislamiento social se establece cómo síntoma cuando la persona empieza a usarlo. Esto significa que la persona empieza a evitar, por ejemplo, verse con los amigos, y la excusa o justificación que expone, en muchas, muchísimas ocasiones no es del todo cierta, porque de serlo, los amigos tendrían que conocer qué le ocurre y cuál es la enfermedad que padece. Que esto ocurra, también significa que la persona tendría que exponerse al miedo y la incertidumbre de qué opinarán y cómo reaccionaran sus amigos al conocer el nuevo estado de la persona afectada. Y por el momento, eso vendrá más tarde.

¿Cómo se establece un aislamiento social como síntoma?

Cuando la persona usa el aislamiento social como excusa. "no me apetece, no me encuentro bien, no he dormido bien, estoy echo polvo, iré más tarde, tengo cosas que hacer..." y realmente nada de esto es verdad en ese mismo momento, el aislamiento social pasa a ser un síntoma.

El Aislamiento Social como síntoma significa que la persona bajo un criterio emocional inestable, y estable en tiempo es decir perdurable, la persona recurrirá a estas excusas para no exponerse socialmente por miedo a ser juzgado, rechazo y no aceptado por su nuevo estado de enfermedad.

En ocasiones la excusa más usada para mantener este comportamiento de aislamiento social, es la incomprensión o mejor dicho el miedo a no ser comprendidos. En este momento toca recordar nuestra frase terapéutica que tanto repetimos en la sesiones individuales "Nunca serás comprendido como a ti te gustaría serlo, ni tan siquiera por la persona más importante para ti. Esto no implica que no lo seas, pero sí que no lo serás como te gustaría, porque ni tú mismo has terminado de comprender ¿por qué?"
Cuando esto ocurre la identificación con otros grupos de personas en su misma situación de enfermedad, a través de las redes sociales, rompe su estado de incomunicación social, que no su estado de aislamiento social. La persona establecerá un criterio de empatía con cada persona que vivencia de forma parecida a la suya, su enfermedad, aunque no sean personas que se conozcan realmente, sí virtualmente. El uso de las redes sociales, vendrá bien para normalizar el estado de inseguridad que la persona vivencia y expresa, y podrá ser un aliciente para superar la barrera y normalizar así nuevamente su componente social en su círculo más cercano, sus mejores amigos.

¿De qué es síntoma el Aislamiento Social?.

Muchas veces, cuando hablo con alguien en consulta, incluso en su primera consulta y me da señas de aislamiento social, "(he dejado de ver a los amigos, hace tiempo que no salgo, ya no voy al gim, he dejado la facultad, abandoné el cuso que estaba haciendo...)" estás son las preguntas que suelo formular:

  1. ¿Lloras con facilidad cuando estás solo?
  2. ¿Tiendes a no llorar cuando estás acompañada de tu madre, hijo, padre, abuelo...?
  3. ¿Recurres constantemente a tu pasado, a cómo estabas justo antes de tu diagnóstico?
  4. ¿Has dejado de hacer cosas que antes te generaban placer, que te gustaban y eran típicas en ti?
  5. ¿Tienes problemas para dormir porque no puedes dejar de pensar?
  6. ¿Te cuesta no pensar en tu futuro?
  7. ¿Has tenido o tienes ansiedad que no puedas controlar?
  8. ¿Intentas aparentar que todo está bien, pero sabes que en el fondo solo estás actuando?
Cuando la respuesta es afirmativa en 4 de estas preguntas, la persona está expresando sintomatología depresiva. Por tanto el aislamiento social es un síntoma que puede reflejar estados depresivos en la persona. No se ha de considerar como algo aislado con identidad única, sino como un síntoma o signo estable de algo más profundo y con naturaleza emocional y psicológicamente disruptiva en la persona. Esperar a que pase, a veces es un error.

Cuando el aislamiento social desemboca en Soledad, la capacidad para iniciar, mantener y conservar las relaciones sociales que antes eran satisfactorias, se convierte en una carencia emocional que interfiere y modifica las aptitudes sociales y la actitudes de socaibilidad de la persona. Es entonces cuando oímos frases como "yo antes no era así, era extrovertido, tenía amigos, me relacionaba con la gente sin problema..."

¿Cómo se supera el Aislamiento Social?

No. La respuesta no es tan evidente cómo puede suponerse al leer la pregunta. Y no. No hay una barita mágica, ni una receta estándar que te diga cómo superar todo. 

Por tanto hemos de partir de un supuesto. Reconocer que nos estamos aislando socialmente y que estamos poniendo excusas que en ocasiones no son del todo ciertas.

 En este momento, recurro a otras de las frases terapéuticas usadas en consultas "¿te gustaría que te dijesen a ti algo que no es cierto para no verte?. Entonces aplícatelo".

Renconocido este supuesto, y por ende, esta verdad, superar el aislamiento social pasa por identificar los síntomas basales del estado depresivo, evaluar el criterio depresivo y hacer frente a la depresión diagnosticada, esto es, trabajar en sesión clínica mediante psicoterapia individual y grupal qué componentes emocionales y psicológicos son los que están generando el estado depresivo. No olvidemos que el aislamiento social en un sólo síntoma de la depresión, pero que ha de darse irremediablemente para sufrirla.

Por tanto la solución pasa por trabajar con un profesional, qué es lo que emocionalmente nos deprime, y trabajar el proceso de enfermedad crónica desde el punto de vista psicológico con cualquier de los enfoques que han mostrado validez para ello.
De forma que si reconces este estado en ti, ponte en contacto, por ejemplo con tu asociación y pide cita a tu psicóloga o psicólogo para que evalúe y diagnostique el criterio depresivo.

¿Qué es un depresión? ¿y qué es un criterio depresivo?

Una depresión es una enfermedad, trastorno, (trastorno del estado de ánimo) temporal o persistente, de naturaleza psíquica y emocional que modifica la forma de pensar, sentir y actuar de la persona respecto a sí misma, su mundo (vecinos, amigos, trabajo, familia...) y sobre su futuro. Estas modificaciones alteran el sistema de creencias de la persona, la actitud de la misma para hacer frente a la vida y sus adversidades y por último impacta con alta intensidad en lo que la persona cree sobre sí misma.
En definitiva un estado depresivo hace ser a una persona totalmente distinta a cómo era antes de deprimirse.

Un criterio depresivo es el grado de severidad de una depresión. Cada criterio depresivo debe cumplir un requisito sintomático en duración, frecuencia e intensidad.

En otro momento y en otra entrada profundizaremos en la Depresión.



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Autor del Blog y de la entrada
Alberto José Ruiz Maresca.
Psicólogo General Sanitario
NICA 24045 Nº Col AO 04033.
AGDEM