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miércoles, 27 de marzo de 2024

Conversaciones sobre el Final de la Vida y sus Miedos

Cada vez con más frecuencia, hablamos del final de la vida y de la muerte en consulta. Hacerlo no tiene que ser negativo en sí, todo lo contrario, puede ser terapéutico y bueno.

Y hablar de ello no necesariamente se relaciona con el deseo de morir que las personas expresan, a veces sí, pero eso lo abordaremos nuevamente, ya lo hicimos hace algunos años en otra entrada que sin duda alguna, habrá que tratar en su profundidad justa y necesaria.

En esta entrada, hoy hablamos sobre la las conversaciones que tenemos por el miedo que proyectan personas afectadas a un estado final de enfermedad, probablemente distorsionado en su imaginación, o tal vez no.

Entender esta entrada pasa por comprender este párrafo, para que te pongas en mi lugar y situación como terapeuta en ese momento de algo tan particular como del miedo que se expresa a Morir. Y digo que te pongas en mi lugar, porque no siempre la intervención psicológica a realizar, es la que mentalmente tenemos construida socialmente.

La entrada está escrita tomando como referencia frases de tres conversaciones de las personas para las que trabajo, que me verbalizan y a las cuales les digo, "esa frase la voy a usar". Casualmente, todas ocurrieron en la misma semana ¿Casualidad?
Quiero poner el énfasis en que estas conversaciones de sesión, requieren que el profesional en cuestión, este caso yo mismo, esté dispuesto a escuchar y dejar hablar, a conocer cómo gestionar correctamente los silencios, y ha validar emocionalmente no sólo el estado de la persona que tiene delante, también el mío propio en este caso. No soy inmune a vuestras emociones. De echo me emocionáis constantemente.  

Es necesario identificar bien cómo me está haciendo sentir esa conversación para favorecer la expresión de la persona que me habla, y mediante mi mirada hacerle ver que siga, que lo que me está contando es necesario saberlo para ambos. No es una mirada cualquiera, es una mirada empática y acogedora de sentimientos y validaciones emocionales, ¡sí se puede hacer sólo con mirar! La Empatía Emocional, una habilidad que genera un ambiente de confianza absoluta en la persona que tengo delante y yo, de forma bidireccional nos hacemos sentir que no juzgamos a la otra persona, por lo que digamos, podamos hablar, aunque lo que cuentes en ese momento y lo que yo escuche en esa sesión, sea tu secreto más íntimo que jamás has contado antes a nadie.

Es importante que sepas que todo lo que me dices se impregna del Respeto a la persona, a ti, y de un Respeto inmenso a tus circunstancias, lo que me dices y por qué me lo dices a mi.

Y por cosas así, me siento afortunado. 

Alberto J. Ruiz. 

Miedos sobre el Final de la vida. Algunas de sus formas.

No es raro escuchar que las personas afectadas para las que trabajo, y sin generalizar claro está, me comentan no querer verse en un estado vegetativo de total dependencia, casi sin posibilidad alguna de autonomía ni de independencia. Es más temen verse totalmente dependientes. Y paradójicamente quienes me comentan estas circunstancias, ancladas en un miedo proyectado, en el momento de abordar el tema, presentan una autonomía funcional muy alta. Y sí, con interferencias físicas de la enfermedad en algunas dimensiones de su vida, no siempre visibles para el resto de las personas, pero sentidas por ellos profundamente, pero con autonomía funcional muy alta.

Y muchas veces, esta necesidad de hablar del final de la vida, o de la muerte, en el caso de cumplirse sus expectativas más temidas, esto es, verse mentalmente en un estado vegetativo, les ayuda. Sí; habéis leído bien, hablar del final de la vida, ayuda.

Cuando abordamos esto, a petición de la persona, casi sacando el tema sin venir a cuento, de forma impulsiva a veces, por alguna frustración o problema acumulado y no siempre relacionado con la enfermedad, me dicen que, no comprenden cómo puedo escuchar tan atentamente algo tan doloroso para ellas y ellos y cómo mi mirada en ese caso, por ejemplo, les ayuda a expresar más de los sentimientos y emociones que tienen ahí, reprimidos como diría Sigmund. O cómo intentar no cortar su argumentación, por muy intensa que esté siendo y fuera de su realidad más cercana, les ayuda a descongestionarse emocionalmente. La última vez antes de escribir esta entrada, una persona que se había imaginado mentalmente cómo iba a ser su final, después de hablarme ininterrumpidamente, con una emocionalidad muy intensa, sin lapsus a la hora de elegir las palabras y con una fluidez verbal excelente que puso a prueba su agilidad mental, me soltó, y sí ese es el termino apropiado, porque quería decirlo...

"Yo no pienso otra cosa, hasta que alguien me cuente una historia que me convenza de lo contrario. Es como si tuviera una cuenta atrás pendiente de mi"

L.H.

Con esa frase L.H me estaba diciendo algo así como "y por favor no me digas nada, o no me digas que voy a mejorar, o no me digas que no sea tan catastrofista" (esto es mi interpretación como terapeuta in situ) L.H sólo quería ser escuchada, sin contraargumentación, sin racionalizaciones y debates socráticos, sin aceptaciones ni compromisos, sin validaciones de realidad ni pruebas incluso sin autocompasiones. Solo ser escuchada. Y ese era mi trabajo, escuchar. Porque es importante para los profesionales conocer que a veces la mejor intervención no siempre es la que hagas tú, es la que haces que tenga la persona que tienes delante. Antes de irse, nos dimos un abrazo, cargado de esa tensión emocional que se liberó en esa sala. Y con ese abrazo L.H. me agradeció mi silencio.
La situación de L.H. requería escucha y silencio. Dos de las habilidades avanzadas de comunicación. Pero sobre todo requería expresión emocional, también conocida como ventilación emocional de la propia persona. Hablar y oírse ella misma sobre sus propias indecisiones, angustias y temores. Y será en otro momento, en otra sesión donde retomaremos esta conversación.

El miedo a finalizar un proceso de enfermedad, donde socialmente hemos construido la idea de afrontar cada escenario que la enfermedad genera, con la finalidad de ayudar a las personas a convivir con un proceso físico, psíquico y social altamente complejo, muchísimo más de lo que imaginamos, de lo que somos capaces de escribir o exponer en foros científicos, se acompaña en ocasiones de la propia percepción de indefensión de las personas afectadas sobre su imagen de fortaleza y vulnerabilidad del antes y después, es decir, de la percepción que de sí mismas elaboran sobre su evolución desde el mismo día del diagnóstico hasta hoy. La complejidad de su proceso va más allá del brote, de las ayudas técnicas, de los reconocimientos de discapacidad o de cualquier proceso que queramos suponer. Se trata de su Vida y de todos los procesos inherentes a la misma, incluido su final.

"...no me encuentro igual que al principio y cada vez más, tengo menos fuerzas para luchar contra esta mierda. llevo luchando toda la vida contra esto y estoy cansado de tanta lucha" 

C.S. 

Cuando C.S me decía esto, su mirada me decía "por favor, dime que estoy equivocado, dime que todo va a cambiar" (esto es mi interpretación como terapeuta in situ). 
No le dije nada, no podía decirle nada que no pudiera saber, al menos verbalmente. De forma que se lo dije con la mirada. y CS rompió a llorar. Mientras yo daba espacio y tiempo, incluso para ofrecerle el pañuelo. CS necesitaba sentir sus miedo, pese a que le generasen sufrimiento, y no necesitaban de mi contrarrestarlos sólo darle el espacio físico para que él los hicieras conscientes. Un ejemplo claro dónde el sufrimiento bien gestionado pese al dolor emocional que causa, es terapéutico para la persona y en este caso, para mi también. Escuchar sus miedos de su propia voz, sin ninguna resonancia más inmediata, supuso para C.S. hacer más pequeño ese miedo, y temerle algo menos, aunque siga estando presente. Al finalizar la sesión nos levantamos y antes de coger su muleta, nos abrazamos. Fue entonces ahí, justo antes de separarnos de ese abrazo cuando le dije "Has sido muy valiente. Recuerda que puedes venirte abajo cuántas veces quieras" Me miró, sonrió levemente y salió de la consulta.

La enfermedad como la esclerosis múltiple, "obliga" a la persona casi diariamente, y diariamente en multitud de ocasiones, contrarrestar aquellas interferencias que la enfermedad en sus diferentes tipos les está generando a la persona. A veces esos procesos de compensación y afrontamiento se resuelven satisfactoriamente, y en otras muchas ocasiones, no. En estas últimas, la persona tarda más tiempo en ir adaptándose psíquicamente y emocionalmente a su realidad y a la interferencia sintomática que la enfermedad ponga delante, hasta el punto, que ese trabajo constante, obviamente, desgasta, quema, y emocionalmente socaba a la persona.

No es por tanto difícil imaginar, que ante esas pérdidas a veces poco evidentes, pero constantes de pérdidas de funcionalidad y de autonomía consecuente, hagan que la persona se pregunte con cierta reiteración para sí misma, sin compartir con nadie, excepto consigo misma cosas que solo pensarlas ya dan ansiedad. Me gustaría resaltar, que quien pregunta por estas cosas, no tiene como problema único la enfermedad. La enfermedad es un problema más, quizás uno de los más importantes si no el que más, pero no el único en la vida. 

¿Parará alguna vez esto? ¿Podré estar tranquilo al menos un tiempo? ¿y si llega el momento en el que no pueda tirar? ¿Qué hago en ese momento, eh, dime qué hago? 

A.M. 


A.M expresaba el miedo de estar preparado para una situación que mentalmente había imaginado últimamente en reiteradas de ocasiones, pero que nunca había vivido. 
Su expresión emocional recogía la necesidad de "estar preparado para cuando llegue la situación, "necesito saber qué tengo que hacer si esto ocurre, porque me encuentro solo"  (esto es mi interpretación como terapeuta in situ). 
A.M. Si tenía la necesidad de escuchar una argumentación que le hiciera disminuir su miedo más atroz. Estar solo si llegase una situación final en la que él, la viviera en Soledad. Y en ese miedo, tan intenso e intrínseco a un final proyectado en soledad, A.M, desestimó toda la realidad que en ese momento le inundaba y que fue irrelevante para si mismo, por el Miedo. Ni estaba solo, ni estaba cerca de un final, pero sí había vivido una separación sentimental recientemente, que causalmente, atribuye a su propia enfermedad. 
Como podréis imaginar aquello que le dije, queda entre nosotros, pero si os puedo decir, que lloró, mucho y desconsoladamente, pero ese llanto fue terapéutico para él porque expresó un miedo de muy alta intensidad, la soledad. Después reflexionó sobre la idea de que la ruptura sentimental, no significaba que en su vida estaba solo, aunque no estaba como él quería y algo que aparentemente es obvio, pero que el miedo enmascara, disfraza y te hace sentir se apoderó últimamente de forma obsesiva de su pensamiento, morirse sólo
Era momento de dejarlo todo, de no hacer nada que pudiera distraer a A.M. de su discurso y de la necesidad inequívoca de vaciar sus miedos. Y así ocurrió. A.M salió dando las gracias por ser escuchado, sin saber si la sesión de aquel día, le serviría de ayuda.


De forma que es común hablar en consulta del miedo al final de la vida, y por tanto, hablar de la muerte como proceso final, desde el punto de vista de la enfermedad, de un alivio del sufrimiento, físico y sobre todo psíquico de la persona, donde el componente espiritual de cada cuál se revela también como sanador. Y aunque sea más común de lo que se puede imaginar, no es menos cierto, que esos miedos, en muchas ocasiones, 

son nuestros grandes miedos lo que nos hacen expresar, un Miedo atroz e imaginado, que no es sobre la muerte en sí, sino sobre el sufrimiento en vida o justo al final de la vida.

Alberto José Ruiz 

 

Para finalizar esta entrada, resaltar la importancia tanto de las y los profesionales que trabajamos en este campo, como el de los equipos de las asociaciones de pacientes, por ser el lugar elegido muchísimas veces a través de la prestación de servicios especializados, donde habitualmente nos exponemos a todas estas circunstancias y muchas más, que tal vez iré contando con la reserva siempre de los datos. 

Y es muy importante comprender que esa profesionalidad de los servicios, está muy por encima de las condiciones físicas que el tejido asociativo tiene para poder prestar y desarrollar su labor. Los recursos humanos, profesionales o voluntarios, son en sí el verdadero valor de nuestras asociaciones de pacientes. Lugares donde ocurren cosas como las que os he contado.

Otro día escribiré sobre cómo, al menos en mi caso, gestiono como persona y profesional toda la información que profesionalmente me toca analizar y trabajar en consulta, teniendo en cuenta que alguna de las personas para las que trabajo, las sigo desde hace aproximadamente 20 años.

Os animo a publicar vuestros comentarios respecto a ésta entrada en la Red Social que la hayas leído, o en el propio blog. Puede ayudar a más personas

Muchas gracias y un saludo.





Autor del Blog. 
Alberto José Ruiz Maresca
Psicólogo General Sanitario.
Experto en Psicología de la Intervención Social. 
Experto en Psicooncología y Psicología de Cuidados Paliativos
AO 04033 NICA 24045



Gracias

miércoles, 20 de marzo de 2024

SÍNTOMAS PSICOLÓGICOS Y EMOCIONALES DE LA ESCLEROSIS MÚLTIPLE. LA AUTOEXIGENCIA PERFECCIONISTA: PRIMERA PARTE

No es raro encontrarnos en consulta, que muchas de las personas que hacen uso de la asistencia psicológica de la Asociación Granadina de Esclerosis Múltiple, se definan a si mismas perfeccionistas y autoexigentes.

Este dato podría pasar desapercibido, como uno más de la historia clínica a recoger, cuando nuestras usuarias y usuarios nos comentan que

"les gusta que todo esté bien, tenerlo todo bajo control, el orden de las cosas me hace sentirse bien, necesito asegurarme de que no tengo nada nuevo..."

A priori, estos comportamientos, las personas lo asocian a formas de ser, a costumbres propias desde hace tiempo instauradas en su repertorio de conductas. Y es posible. Hay evidencia científica que recoge determinados tipos de personalidad basados en la autoexigencia con la aparición y agravamiento de determinados procesos de enfermedad, como las enfermedades cardíacas, inmunológicas o degenerativas como es nuestro caso, pero este tema, Los Rasgos de Personalidad basados en la Autoexgiencia Perfeccionista, será la segunda parte de esta entrada. Hoy nos centraremos, en cómo y por qué, una autoexigencia basada en la perfección desadaptativa en esclerosis múltiple ha de ser trabajada para amortiguar su impacto.

¿Cómo se gestiona la autoexigencia y la perfección, tenerlo todo bajo control, en un proceso donde la Incertidumbre es la constante a trabajar?


Empezaré diciendo, que no hay nada malo, ni corregible en que las personas quieran ser autoexigentes consigo mismas, es más es bueno y nos ayuda a trabajar la superación de metas y objetivos. Siempre y cuando esa autoexigencia esté bien canalizada y gestionada neurocoginitiva y emocionalmente. Tanto es así, que existe un componente de el Estrés, llamado Eustrés, que genera en la persona una capacidad de superación constante, de consecución de metas y objetivos y por tanto, es adaptativo y no necesariamente tiene que provocar alteraciones psíquicas u orgánicas. Sin embargo no siempre es así.

Ocurre, que en ocasiones no lo es, y la autoexigencia se torna en un proceso constante de angustia, desazón en la persona y frustración acumulada. La cuestión estará por tanto en saber cuándo nuestra autoexigencia pasa de ser adaptativa a no serlo y por tanto saber cuándo nos podemos apoyar en ella y en el eustrés que genera o bien cuándo es desadaptativa ha de ser corregible y por tanto neutralizar el estado de distrés que provoque.

Generalmente, la autoexigencia nos lleva a intentar tener todas las cosas que dependan de nosotros mismos, bajo control. Y muchas veces, en esa necesidad de tenerlo bajo control todo, la persona construye rutinas de Ckek-list (listas de cosas por hacer)  para cerciorarse de que efectivamente todo está controlado, al menos aparentemente. 
No es raro por tanto, comprobar que personas autoexigentes e hipervigilantes, construyan listas de rutinas o bien por hacer o bien por conseguir, algunas de ellas listas excesivamente largas que no se terminan de cumplir, y que exigen reiniciarlas al día siguiente, o dormir menos horas para hacer lo que el día anterior no se logró. obviamente habrá quien leyendo esto, no se sienta identificado con estos criterios de autoexigencia, seguimos.

Estas listas, a veces como digo, interminables de cosas por hacer, se cumplen y la persona obtiene una satisfacción similar a un logro de un gran reto previsto. La mente, se acostumbra a niveles de satisfacción muy elevados, (con su traslado en base neuroquímica cerebral), que poco a poco hará creer a la persona  que, o se logra todo, o no se intenta o no se hace. Hemos pasado de lograr cosas, a evitarlas, y eso a priori, no resulta bueno. De esta forma se empieza a gestionar una de las principales distorsiones de pensamientos, el Todo o Nada, y en esa dualidad mental, la persona empieza a establecer un proceso atribucional, sin ser del todo consciente de su construcción. Todo lo que logra, habitualmente es porque ha sido causa de su propio esfuerzo y de la ayuda de otras personas o por la presencia de otras circunstancias, sin embargo, todo lo que no consigue o sale mal, es exclusivamente por su propia responsabilidad. Esta atribución conocida como externa y errónea rompe un principio de justicia para la persona, que no se ve, porque lo importante no es lo logrado, sino lo no conseguido. Y esto empieza a instaurar un marco neurocognitivo de naturaleza desadaptativo, como si la persona hubiera instaurado un lenguaje interno en forma de pensamientos que están destinados a vigilar que todo lo que desarrolla lo hace bajo un modelo de autoexigencia con el fin de lograr niveles de satisfacción, que lejos de ser persistentes en el tiempo, son de poca duración y requiere que la persona los reponga constantemente y que no siempre logra satisfacer porque los niveles de insatisfacción y frustración están muy presentes y son muy constantes. Poco a poco nos empezamos a sentir más frustrados por las pocas cosas que no logramos, que satisfechos por todas las cosas realizadas y conseguidas.

¿Por qué las personas autoexigentes buscan la perfección?

Sobreentienden que es la única forma de hacer las cosas, y ya puestos a hacerlas, mejor hacerlas perfectas que no hacerlas. La pregunta es ¿Qué es para ti la perfección desde la autoexigencia? Muchas, por no decir casi todas las respuestas, establecen que la perfección es que no haya nada mal, no equivocarse, no tener errores que al menos sean atribuibles a sí mismas y tener la sensación de que todo está en orden. De forma que la perfección es la única forma posible de hacer las cosas. El error no se contempla, no se maneja como alternativa de aprendizaje y supone una forma psíquica de autoflagelación muy importante, con un dialogo interno y negativo que se convertirá con el paso del tiempo en rumiación, si se comete el error.

¿Qué relación existe entre los niveles de autoexigencia-perfeccionista y la esclerosis múltiple?

Puede parecer que aparentemente no exista ninguno, pero no es del todo así. Sí la hay.

Esclerosis Múltiple como proceso de enfermedad, está basado en un proceso de incertidumbre crónico, nada es predecible en el curso y pronóstico de la enfermedad. Una enfermedad con tratamientos paliativos que requieren estar muy presentes a su actividad y eficacia, que además supone en muchas ocasiones romper el estado de "control" que la persona tenía bajo un tratamiento que ha dejado de funcionarle, por ejemplo. La incertidumbre No-Certidumbre representa psíquicamente el proceso mental opuesto al que la autoexigencia perfeccionista persigue, el control de todo lo que dependa de uno mismo.

En esta analogía, la persona afectada por la enfermedad, con una autoexigencia perfeccionista, intenta asegurarse constantemente que todo lo que dependa de ella, ha de estar bajo control, y por lo tanto ha de asegurarse, sin posibilidad de error, que todo está bien, por sí mismo y también por el bienestar de los suyos. Esta rutina o tarea, se inicia con el primer chequeo mental que la persona hace sobre cómo se encuentra físicamente y si su estado, es o no idéntico al estado del día anterior. La persona se asegura por tanto, que la enfermedad, no haya manifestado ningún síntoma nuevo, por el momento y lo hace bajo un "escáner mental" que la persona se realiza a sí misma. Según se perciba la persona, actuará. 

Esto supone niveles de presión desbordantes, que en ocasiones, casi siempre, generan cuadros de auto-vigilancia sintomática obsesiva, es decir, la persona se asegura constantemente, se escanea mentalmente, y de forma obsesiva se asegura que lo que está sintiendo, no sea un brote, no sea un efecto secundario, no sea por la enfermedad... ¿O sí?

Y consecuencia de todo ello, no es raro, como dije al principio, que personas afectadas de esclerosis múltiple en este caso, nos consulten por el malestar asociado a esto, desde el punto de vista, de que tenerlo todo bajo control, les hace debutar con algo que no era un problema hasta el momento en sus vidas, trastornos de ansiedad con base hipocondriaca, estados agudos de estrés e incluso alteraciones emocionales cercanas a la depresión. 

En el terreno de la enfermedad crónica y bajo la necesidad que la persona tiene de asegurarse de que todo está bajo control, la Hipocondría como trastorno, suele ganar espacio, sobre todo en fases iniciales de la enfermedad. En una de las entradas de 2017, ya describí como identificarla en el caso de las personas afectadas por esclerosis múltiple, aquí os dejo el enlace para quienes queráis indagar más. 

Pero además, hay otro factor asociado de especial importancia en las autoexigencia-perfeccionista que en las personas afectadas por esclerosis múltiple tiene especial relevancia. Esta forma desadaptativa de autoexigencia en busca de un estado de perfección en lo que se hace, es generador de un estado negativo de estrés, al que llamaos Distrés. Y este estado de distrés, es oxidativo, y está asociado a los procesos de enfermedad crónica, inmunológicos, y también neurodegenerativos, si la persona no sabe canalizarlos y neutralizarlos correctamente. Estos son los estados que en consulta intentamos identificar como estados precipitantes de brotes, de agudizaciones de síntomas en las fases progresivas, entre otras cosas. De forma que estos niveles de búsqueda de la perfección están asociados al distrés, el estrés emocional y negativo que además pasa factura orgánica y psíquica a las personas.

Muchas veces, las personas bajo estos estados de distrés, sienten más agudizados los síntomas que se les están manifestando en ese momento de su vida, por la enfermedad, y casi siempre, asocian esa agudización a un empeoramiento de la enfermedad o a la propia medicación, pero nunca, o muy pocas veces a un estado psíquico de agotamiento por presiones autoimpuestas causadas por la autoexigencia. La pregunta a responder es ¿Por qué sienten la necesidad las personas afectadas de tener todo bajo control?

Son muchas las respuestas posibles, tantas como personas en estas circunstancias de autoexigencia perfeccionista cómo síntoma emocional y psicológico. Sin embargo es común escuchar en consulta, que mucha de esta autoexigencia está destinada

"a seguir aportando lo mismo que antes a su entorno social, o intentar que la enfermedad no sea percibida, incluso si no hago yo esto por mi, ¿Quién lo hará?"

Y es por esto que los profesionales asistenciales que trabajamos en el tejido asociativo, o en cualquier nivel asistencial de salud, ha de estar entrenado en conocer correctamente estos procesos psíquicos porque suponen la instauración de esquemas neurocognitivos que mal gestionados supondrán un estado de estrés crónico-orgánico que desgastará el estado de salud de nuestras usuarias y usuarios. Y además, sin duda alguna es imprescindible saber vincular dicho esquema cognitivo, estructura mental del pensamiento, con la arquitectura emocional y y neuro-psíquica derivada del mismo, dado que están irremediablemente unidos y anexados uno al otro, hasta tal punto que una mala gestión del estado emocional derivado de una mala gestión de la autoexigencia, es el poso de cultivo en el que la autoexigencia perfeccionista desadaptativa se alimenta, es decir, una mala gestión emocional agudizará los criterios de perfección en la persona.





¿Por qué las personas con esclerosis múltiple se tienen que asegurar de que todo esté perfecto? 

Como dije anteriormente son muchas las causas, pero las que aparecen a continuación son las más comunes expresadas en consulta a la hora de trabajar la autoexigencia perfeccionista como indicador de un estado de estrés agudo y crónico.

  1. Por la necesidad de amortiguar la incertidumbre propia del proceso de enfermedad. Más control sobre lo que aparentemente no es controlable aumenta el estado percibido de bienestar.
  2. Por la necesidad de normalizar su propio proceso en sus entornos sociales. Esto implica que en ocasiones la persona simule estados que no se ajustan a su realidad sintomática, generando estados de sobreactuación, con la finalidad de hacer ver a los demás que todo está bien, que no ocurre nada.
  3. Por la necesidad de no irrumpir en el estado de "felicidad" del resto de miembros de su entorno social o familiar. Se sienten muchas veces responsables de posibles estados de infelicidad sobre su entorno
  4. Por la necesidad de amortiguar las interferencias sintomáticas de la enfermedad en su vida diaria y laboral.
  5. Por la necesidad de asegurarse que la enfermedad en sí, no está activa, y por tanto que todo está bien.
  6. Por la necesidad de disminuir la reactividad derivada de todo el proceso en las relaciones de pareja.
Y como he reflejado todo empieza con el concepto de necesidad, que en ocasiones está asociado a los llamados "debería" exigencias en formas de sentencias y órdenes que, en teoría, dirige la motivación impuesta de las personas afectadas con el fin de obtener algo. El problema es que no siempre, los síntomas de la enfermedad, permite a la persona realizar todo lo planteado y es ahí, donde la base neuroemocional asociada a la estructura neurocognitiva aparece ejerciendo un devastador impacto, que en ocasiones la persona no termina de canalizar, compartir y expresar, y se acumula en forma de insatisfacción consigo misma, de frustración, rabia, ira, no tanto por no poder hacerlo, a veces también por ser conscientes de por qué no pueden hacerlas, la enfermedad.

Cuando esto ocurre, la persona entonces valora que algo le está ocurriendo porque se empieza a somatizar estados que la persona si tiene asociado a otros momentos de estrés por los que ha pasado. Se identifican síntomas como los siguientes que suelen ser los más comunes referidos en mi consulta:
  • Insomnio.
  • Problemas o alteraciones dermatológicas.
  • Pesadillas.
  • Perdida de peso.
  • Alteración del apetito y de las formas de comer, se come y mastica mucho más rápido.
  • Irritabilidad que además se asocia con poca paciencia cuando existen niñas o niños pequeños en la familia.
  • Deseo sexual hipoactivo.
  • Problemas de comunicación.
  • Caída del cabello
  • Necesidad de estar solo, aislado y evitar situaciones de mucho ruido.
  • Aislamiento social.
  • Estados muy cambiantes entre la euforia y la disforia.

De forma que no es raro observar que tras un motivo de consulta basado en el estrés nos encontremos estos criterios de Hipervigilancia, Autoexigencia Perfeccionista, Hipocondría, Estrés Agudo o Crónico, Trastornos de Ansiedad e incluso Depresión.
Como siempre finalizamos con una serie de instrucciones en formato de estrategias que sabemos que son útiles.



Os animo a publicar vuestros comentarios respecto a ésta entrada en la Red Social que la hayas leído, o en el propio blog. Puede ayudar a más personas

Muchas gracias y un saludo.

Autor del Blog. 
Alberto José Ruiz Maresca
Psicólogo General Sanitario.
Experto en Psicología de la Intervención Social. 
Experto en Psicooncología y Psicología de Cuidados Paliativos
AO 04033 NICA 24045

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