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jueves, 27 de julio de 2017

EL PODER DE LA MENTE: A propósito de Lucía. Primera Parte.

A propósito de Lucía.


Lo que se describe a continuación es la experiencia vital de una persona afectada por esclerosis múltiple remitente recidivante, que un día cualquiera en el transcurso de su proceso de enfermedad, observó que sin aviso previo alguno, sus piernas dejaron de responderle, dejaron de moverse, de obedecerle. Lo que más temía, ocurrió.


Comprender bien lo que supone esta entrada, pasa por conocer, todos los antecedentes de la persona sobre la que contamos el caso, R.E. a la que llamaré desde ahora Lucía.
Lucía es una persona más afectada de esclerosis múltiple, con su proceso de enfermedad individualizado, único e intransferible desde el punto de vista físico y orgánico, y con toda la complejidad emocional derivada de la misma.

El resultado de esta entrada, intentará hacer ver la importancia de conjugar lo físico y lo mental, lo corporal y lo emocional, lo orgánico y lo psicológico como una sola dimensión, no divisible, como indivisible es la individualidad de la persona.

A propósito del caso de Lucía. narra la importancia del todo sobre las partes y la importancia vital de las emociones y los conflictos psicológicos que, intentamos siempre resolver por nosotros mismos, casi por el instinto mismo de supervivencia, aunque en la mayoría de las ocasiones, resolverlo por nosotros mismos, es muy difícil.


La entrada estará formada por dos partes. Una primera parte, relatará los antecedentes de la situación vivencial de Lucía para poder ser comprendida empáticamente por quienes lean esto. La segunda parte, relatará todo el proceso médico, el caso clínico que Lucía tuvo que pasar para poder explicar todo lo que le ocurrió. De forma que comprender bien el título y el contenido de esta entrada pasa por leer desde el principio hasta el final, la historia que os narro seguidamente, la historia de Lucía. Hemos decidido hacerlo así entre ambos, por la extensión de la entrada y para intentar centrar todo el proceso tal y como fue vivido.


Gracias Lucía por tu valentía, por tu fortaleza física y mental, que siempre supe que tenías, y que tardaste en descubrir.

Antes del Día D.


Lucía, se pensó mucho, muchísimo como casi todas las personas, pasar por la asociación y pedir ayuda. Tanto se lo pensó, que sus primeras visitas no fueron motivadas porque ella creyese que necesitase ayuda, sino por intentar tranquilizar a sus familiares, sobre qué era la enfermedad, cómo podía afectarle y qué podían hacer. Lucía estaba aún en un estado psicológico de negación, sin saberlo, pero lo estaba. Lo importante es que, por ella misma o por sus familiares, Lucía acudió a la Asociación Granadina de Esclerosis Múltiple, y más en concreto al servicio de apoyo psicológico.
Ante mi tenía la oportunidad de hacerle ver, que tal vez lo que ella creía, no es realmente lo que estaba sucediendo, y así tenía la ocasión de explicarle, cómo mentalmente se reacciona ante el diagnóstico de esclerosis múltiple y comenzar a romper algunas falsas creencias asociadas a la enfermedad.

A mi favor, tenía la experiencia acumulada. En mi contra, tenía que físicamente Lucía. se encontraba perfecta, eso me decía. Su diagnóstico de EM R.R. fue en el 2011. Por el momento la tenía totalmente preservada. Apareció en consulta elegantísima, vestida de negro, caminando sobre tacones de 10 cm, sin deambular ni un milímetro de lado a lado. Con un equilibrio marcial y con un control sobre sí misma que pocas veces había visto. Ante mi tenía una persona afectada de esclerosis múltiple, pese a las apariencias.
Ella pensaba incluso, o eso quería creer, que todo lo que ocurrió en su primer brote, en el debut de su enfermedad, tal vez no volvería a ocurrir, ya que recuperó perfectamente todos sus brotes y síntomas anteriores sin rastros de secuelas. De forma que estaba ante mi, no por ella, sino por los demás. Yo tenía que hacerle ver que ante mi estaba ella, y no estaban los demás.

El tiempo transcurrió, y Lucía comprendió que tenía que trabajar emocionalmente para y por ella misma. Neutralizar la interferencia emocional y psicológica que su enfermedad física había provocado en su vida personal, laboral, social y familiar  era el objetivo. En pocas sesiones, Lucía vio en mi alguien en quien apoyarse y confiar. Vio que aquello que trabajábamos en sesión, le ayudaba en su vida diaria y en muy poco tiempo, Lucía mejoró significativamente.
Pese a todo, siempre le decía "Lucía entre tú y yo hay algo que sigues guardando en tu círculo de intimidad, y que aún no conozco" Efectivamente era así. No es que yo quisiera saberlo todo de ella, pero necesitaba una respuesta a un proceso emocional que no lográbamos neutralizar. Su estrés no sólo era derivado de la incertidumbre de la enfermedad o de sus consecuencias laborales y sociales. Era mucho más. Y ese mucho más, decidió guardarlo durante más tiempo sin compartirlo conmigo, ni con nadie. Hasta que llegó un día, el día D.


El Día D.


Hasta entonces, Lucía mujer de 40 años, diagnosticada de esclerosis múltiple Lucía con tratamiento inyectable cada tres días evolucionaba bien en su proceso de enfermedad. Fue diagnosticada en en marzo de 2011. Su primer brote ocurrió en 2007,  cuatro meses después de dar a luz. Lucía debutó con una neuritis, que justo un año después volvió a repetirse. Hasta el año 2010 estuvo en fase no diagnostica de enfermedad pero sometiéndose a las pruebas pertinentes para alcanzar un diagnóstico diferencial. De todos los brotes que hasta la fecha Lucía había se recuperó perfectamente.

Lucía se encontraba físicamente preservada, sin alteraciones cinéticas o motoras, con una ligera pesadez en el brazo izquierdo y con la presencia constante de la fatiga que oscilaba según el día. Caminaba sin problemas sobre zapatos de tacón. Su campo visual estaba preservado, pese a sus brotes con neuritis. No presentaba ni vértigos ni mareos. No presentaba problemas de incontinencia ni problemas asociados al habla ni la deglución. Empezaba a referirme que en ocasiones, la memoria le jugaba alguna pasada, nada sin importancia. La principal interferencia de la enfermedad, en la vida diaria de Lucía, estaba en el momento de aplicarse el autoinyectable de la medicación. Me refería constantemente, que aunque la medicación le estaba yendo bien, su cuerpo no absorbía bien la medicación, generando la típica callosidad subcutánea. "apenas me queda sitio donde poder pincharme", solía decirme. Lucía estaba siempre preocupada por su imagen, le gustaba estar como ella era.

Lucía tenía como principal preocupación, no algo sobre ella misma, sino sobre su hijo. Su ansiedad se proyectaba en la posibilidad de que su proceso de enfermedad, fuese hereditario y por tanto, su hijo pudiera padecer también esclerosis múltiple. A día de hoy, crece sano y saludablemente.


Lucía hasta la llegada del día en cuestión, se encontraba físicamente preservada con una autonomía funcional y física por encima del 95%. Respondía bien al tratamiento farmacológico, que logró alargar los períodos ventanas entre sus brotes y mantenerla alejada de las temidas recaídas.


Sus seguimientos neurológicos eran rutinarios y sin cambios significativos. "Todo está bien Lucía" solía escuchar por parte de su neuróloga. Y efectivamente, todo parecía seguir un pronostico estable y favorecedor para Lucía.



Un día como otro cualquiera, Lucía se disponía a valorar mentalmente cómo se levantaba. Repasar mentalmente su índice de fatiga, para comenzar a gestionar qué hacer y qué no hacer ese día. Esto último, qué no hacer, lo aprendió en psicoterapia, pero aún había que limar algún resto de culpabilidad asociada "es inevitable sentirse culpable por no hacer nada cuando sabes que hay mucho por hacer" Quedaba poco, como digo, para limar esos resquicios de culpabilidad. Anteriormente se trabajó la idea asociada a que la fatiga impedía hacer más de lo que gustaría y además no hacerlo podía provocar no sólo sentimientos de culpa por sentirse emocionalmente vaga, como creía en un principio, sino también los sentimientos que los demás podían generar en ella  sin comprender la fatiga asociada a esta enfermedad, al observar, que justo después de lavantarse, Lucía tenía que descansar inmediatamente.
Lucía llevaba varios días mal anímicamente, no se encontraba del todo bien, y su problema lo asociaba a un problema personal que no relacionaba con la enfermedad. Sin embargo percibió que ese malestar anímico coincidió con una debilidad que antes no había percibido, sus piernas. Las notaba temblorosas y pesadas. Esta angustia emocional sobre "por qué me está pasando esto", se sumó a la angustia derivada de su problema personal.

Era el 31 de agosto de 2015. Lucía se encontraba emocionalmente muy mal, se encontraba afectada, con un estado de abogio profundo, ansiosa. Surgió un llanto desconsolado que cada vez iba a más, lo que hizo sentir poco a poco más la ansiedad y angustia, hasta el punto de verse llorando y gritando. Es cómo si Lucía tuviese que hacer explotar todo el malestar vital y emocional que había ido acumulando todo este tiempo y que nunca había compartido con nadie.

Intentó levantarse de la cama. Cayó al suelo, desplomándose sobre él. Intentó ponerse de pie, pero no pudo. La angustia y la ansiedad emocional, brotaron con más intensidad. Nunca había sentido nada así, -entré en pánico, sentía hormigueos en mi cabeza y la vista la perdía por momentos-, me contó Lucía Creyó que estaba por venir lo peor. Pidió ayuda a gritos, pues ella se encontraba en el piso de arriba de la casa, fue asistida y marcharon para urgencias bajo un estado de shock profundo.

Al llegar a urgencias nada había cambiado. Su estado de angustia emocional, de llanto y ansiedad, su crisis de pánico aumentaba conforme el tiempo pasaba y ella observaba que nada respondía, que todo seguía igual. Salió del coche asistida, con ayuda, y fue sentada en una silla de ruedas para su traslado.
-"En ese momento dejé de mover piernas. Estando en urgencias fue cuando te llamé Alberto. Fuiste la única persona a la que llamé. Necesitaba saber qué me había pasado, porque con tanto miedo sobre qué podría pasarme, quería morirme"- 


-"Estuve dos días sin parar llorando el hospital. No quería visitas de nadie, no quería que nadie me viese así, me tapaba entera con la sábana. No quería ser vista por nadie. Pensé lo peor, pero mis piernas no me obedecían y no podía hacer nada. pedí que prohibiesen las visitas. Mi mirada estaba perdida siempre en un punto fijo, delante de mi"-

En apenas una hora, Lucía era incapaz de andar. Era incapaz de mover un sólo dedo de sus pies. Era incapaz de mover sus piernas lo más mínimo. ¿Un brote?, ¿un ictus? pensó, bajo un estado de pánico y angustia intensa, una ansiedad imparable, que nunca antes había conocido, ni siquiera el mismo día de su diagnóstico. Su llanto incontrolado le hacía elaborar pensamientos cortos, que le hacían suponer qué pasaría, qué sería lo que le ocurría, y si podría volver a mover sus piernas, porque lo intentaba y no, no podía. Todo esto hizo que el miedo se apoderándose de todo su cuerpo por segundos. Y también de su mente. Su estado de Shock perduró al menos dos semanas.

Lo que Lucía. temió desde el 2011 parecía cumplirse. La temida silla de ruedas, parecía ya una realidad.

-"Recordar todo esto para poder publicar la entrada, me ha generado malestar. No me gustaría pasar otra vez por algo así. Sin embargo, cuando pienso en ello, no sé como pude hacer frente a esa situación, no me explico de dónde saqué tanta fuerza"-

La próxima entrada relatará el caso clínico de Lucía. Desde su llegada a Urgencias hasta que pudo recobrar totalmente su fortaleza mental y desprenderse definitivamente del miedo. Esto es sólo un avance.

Algún tiempo después...
Recuerdo cuando te tenía tumbada en la camilla. Estábamos en sesión de relajación. Tus piernas casi inertes eran colocadas por mi a lo largo de la camilla, tú te transferías de la silla a la camilla sin pedir ayuda alguna. Me situé al final, a tus pies. Mis manos te cogían los pies que abrigabas con calcetines tobilleros de color rosa. De repente en una secuencia del ejercicio, observé que al colocarte en posición fetal, moviste ligeramente la pierna hacia arriba. Al finalizar, te puse de pié ante mi, temblorosa, sujetándonos ambos el uno al otro, mirándonos cara a cara. Recuerdo que te decía, "dibujame mentalmente el paso en tu cabeza. No lo des, hazlo solo en tu mente..." Y el pié, después de un rato, se movió ligeramente intentando dibujar un paso.
Alberto J.


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Autor del Blog y de la entrada
Alberto José Ruiz Maresca.
Psicólogo General Sanitario
NICA 24045 Nº Col AO 04033.
AGDEM
Granada, España.




miércoles, 19 de julio de 2017

DEPRESIÓN. Una Explicación del Proceso.

La Depresión. Mirando más allá del bajón.


La importancia de la Depresión en la población pasa desapercibida como problema real de salud, tal vez asociado a motivos culturales que han modulado a la población para sufrir y no revelar el sufrimiento. Nos enseñan a todo, incluso a esconder nuestro sufrimiento.

Por tanto los problemas de la población asociados a la salud mental, se esconden del mismo modo que se esconden los problemas de enfermedades físicas. Ser estigmatizado socialmente, sentirse excluido; marcado como diferente y en riesgo por perder la situación social y laboral que pueda suponer el bienestar personal social y familiar, hace que la persona diagnosticada física o mentalmente, esconda su diagnóstico, sea de la naturaleza que sea.

Esta forma social y cultural de mal-comprender las enfermedades mentales, los trastornos psicológicos y su padecimiento, hacen que muchas personas afectadas en esta dimensión de su salud, estén afectadas, enfermas y no diagnosticadas, resaltando un infradiagnóstico real de la Depresión. 

Por otra parte está el otro extremo, personas que sí identifican su estado emocional, su enfermedad o trastorno, y que entienden que no precisan ayuda para solucionarlo o superarlo. Este extremo también sitúa a la Depresión en un infradiagnóstico y además en un diagnóstico inadecuado que repercute en la persona que lo padece con la evolución del mismo y con su cronificación. 
Sucede esto, porque la persona, siempre antes de valorar la ayuda profesional del área de la salud mental, bien a través de un psiquiatra o de un psicólogo, valorará otras opciones, a veces, sin evidencia científica para el tratamiento. Esto suele ocurrir porque la persona suele asociar a los trastornos depresivos, el componente de que su estado será transitorio, temporal y controlable, y a veces, esto no es así.

De forma que la persona afectada por Depresión, acude antes a gimnasios, centros teraupéuticos de cuando menos, sospechosa reputación, etc. para hacer frente a su estado depresivo, que aun profesional cualificado. Y sólo cuando la situación es valorada como severa o muy severa, la ayuda psicológica es la opción.

Afortunadamente esto está cambiando, pero no tanto como podríamos esperar. El proceso sigue siendo lento. Sin duda una ayuda notable para la normalización de la atención a estos problemas, pasa por aumentar la presencia en los entornos sanitarios públicos y privados, de los profesionales de la Psicología. 

La Depresión.


Se prevée que para 2020, dentro de aproximadamente tres años, según la Organización Mundial de la Salud, (OMS/WHO), la Depresión podría constituirse como la principal causa de discapacidad en el mundo y la segunda causa de enfermedad. Según estos datos, la pregunta que se me ocurre, sería ¿está la sociedad preparada para abordar este problema de salud pública? 
Ojalá que sí, pero la realidad me hace dudar de que efectivamente sea así.
Según esta misma fuente, la OMS. la afectación de la Depresión presenta también una variable de género, siendo más prevalente en la mujer que en el hombre, resultando afectados cerca de 320 millones de personas en todo el mundo, casi un 5% de la población mundial. Y 1 millón de personas, acaban con su vida a consecuencia de la depresión. Cifras que no pueden dejarnos indiferente ante la realidad de este problema.

Ya he escrito con anterioridad sobre la depresión, pero hoy intentaré hacerlo de otra forma muy distinta. Voy a intentar ser divulgativo adoptando yo mismo el rol de una persona depresiva, para intentar hacer ver al lector, de forma empática que lo que verdaderamente parece muy complejo, es muy simple emocionalmente.

Intentaré no perderme en las diferentes tipologías que los trastornos depresivos tienen y presentan y centraré la entrada en hacer ver cómo se puede llegar a deprimirse y qué repercusión personal, social y familiar puede tener.
En futuras entradas abordaremos técnicamente la Depresión y sus formas. Y si me retraso mucho en hacerla, ya sabéis, recordádmelo.

¿Qué es la Depresión?


Según el Clasificación Estadística Internacional de los Problemas Relacionados con la Salud, CIE-10 , y el Manual Diagnóstico Estadistico V DSM-V, podemos definir la Depresión como "una pérdida de la capacidad de interesarse y disfrutar de las cosas, una disminución de su vitalidad que lleva a una reducción de su nivel de actividad y a un cansancio exagerado, que aparece incluso tras un esfuerzo mínimo". 
Son también criterios o manifestaciones depresivas, la siguiente sintomatología, según estas mismas fuentes: 
  1. La disminución de la atención y concentración.
  2. La pérdida de la confianza en sí mismo y sentimientos de inferioridad.
  3. Las ideas de culpa y de ser inútil (incluso en las episodios leves).
  4. Una perspectiva sombría del futuro.
  5. Los pensamientos y actos suicidas o de autoagresiones.
  6. Los trastornos del sueño.
  7. La pérdida del apetito. 
De forma, que según leemos, no necesitamos un criterio excesivamente severo, o importante para conocer si estamos o no bajo la influencia de una depresión, pues parece que la Depresión está más asociada a los problemas de la vida cotidiana de lo que en un principio podíamos creer.

Por tanto, entendemos la depresión como una alteración del estado de ánimo, (trastornos del humor, afectivos) que presentan variaciones en relación a la existencia de episodios antecedentes depresivos o no. Además, en ocasiones, la Depresión se asocia erróneamente por parte de la persona que la padece o sufre, bajo la idea de que pueda estar debida a la influencia de factores ambientales. No es así. Otro factor importante en la Depresión en la combinación con la presencia de síntomas que pueden confundir a la persona, ya que son síntomas que asociamos más a otro tipo de trastornos, como son los trastornos ansiosos. La agitación psicomotriz, la Ansiedad o estado de profundo malestar inespecífico, pueden confundir a la persona, retrasando así la petición de ayuda y por ende el diagnóstico.

La importancia del estado de ánimo, es su inespecificidad. La persona sabe diferenciar realmente bajo la influencia de un estado depresivo, que hay una diferencia entre cómo es la persona realmente y cómo es actualmente (bajo la influencia de la depresión), pero no sabe identificar o confunde la sintomatología anímica. Esto es muy importante porque bajo este estado de aparente confusión la persona depresiva, asociará su estado que no identifica como depresivo, como normal dadas las circunstancias que está viviendo, y justificará que su estado emocional y anímico no es grave, o al menos tan grave. Cuando esto ocurre e informamos a la persona que se encuentra bajo una depresión, la persona niega dicho estado, asociando la depresión a cosas muchas más graves que lo que realmente le están ocurriendo a ella. 

Toda esta fase de no identificación de la sintomatología depresiva, en los inicios de la presencia del trastorno depresivo, es clave, pues es el momento en el que la Depresión como enfermedad pasa de ser diagnosticada precozmente a ser diagnostica una vez asentada en la estructura física, psíquica y emocional de la persona Se reacciona más tarde, pero se reacciona. Así y enlazando con lo anterior, una de nuestras primeras explicaciones sobre qué es una depresión pasa por hacerle ver a la persona, que la oscilación continua entre estados eufóricos y disfóricos, altos y bajos emocionales, independientemente del tiempo, es un síntoma basal depresivo. Este baile emocional, si lo identifican en su vida diaria, y además lo explican e intentan justificar. El caso es que sucede.

Cuando esto ocurre, cuando la persona que se encuentra bajo la influencia de una depresión no diangnosticada, la influencia de la depresión comienza a expresarse no sólo emocionalmente sino también conductualmente. Estas manifestaciones conductuales, hacen que las personas cercanas a la persona afectada por depresión, observen en ella, comportamientos que no son típicos en el o ella, o comportamientos que empiezan a ser desadaptativos y por tanto llamativos de que algo no va bien. Esto genera a su vez un enfrentamiento entre la realidad de la persona depresiva y la realidad de las personas que cohabitan con ella. Este tipo de enfrentamientos sacan a relucir algunos síntomas característicos de las depresiones, como la irritabilidad, la irascibilidad, la baja tolerancia a la frustración y la tendencia al ailamiento social, falta del apetito y alteración del sueño, síntomas que hemos tratado en otras entradas anteriores y que están vinculadas al concepto.

Ocurre que este enfrentamiento se basa en que la persona, en la etapa inicial de la depresión, comenzó a justificar mental y conductualmente que lo que le ocurría era normal que le pasase dadas las circuntancias.
Bajo esta idea, cuando una persona le expresa el desacuerdo de cómo se encuentra, la persona influenciada por la depresión y no diagnosticada reacciona con claves de incomprensión (no tenéis ni idea de como me encuentro, vosotros que sabréis...) etc. Sin embargo, en su estado de soledad, la persona reflexiona e incluso asume que lo que le han dicho, puede ser cierto, aunque no lo reconocerá por el momento ante los demás, dado que hacerlo implica asumir la existencia de un problema, que no puede controlar, que genera incertidumbre y miedo.

Antes, yo no era así.

Imagen de http://arquitectosdehacienda.org/2015/05/29/la-luz-al-final-del-tunel/

Muchas personas me describen en la consulta, su depresión como una alegoría, que representa la depresión como haber caído a un pozo sin fondo.
Otra imagen que construye simbólicamente la depresión, es la entrada en un túnel sin salida, donde la persona, a mitad del camino, se agazapa esperando que alguien pueda rescatarla y ayudarla.



De una forma u otra, ambas representaciones recogen a la persona sola, perdida y sin un rumbo fijo.

Antes yo no era así, recoge el pensamiento anclado en la nostalgia de cómo era la persona antes de estar bajo la influencia de la depresión. Este comportamiento nostálgico describe la diferencia de cómo y qué podía realizar la persona y cómo se encuentra y qué puede hacer actualmente. Y claro, la persona no comprende del todo por qué hacer lo que siempre ha venido haciendo, no es posible actualmente.
La apatía, la anhedonia, la falta de motivación global y la desesperanza dan explicación sintomática desde la depresión, de por qué bajo la influencia sintomática de estos conceptos, la persona no actúa y piensa continuamente. Por eso es vital explicar qué es la depresión y especificar sistemáticamente cómo se expresa en la vida diaria de la persona, los síntomas basales de la depresión, síntomas que todas las personas con depresión, de una forma u otra, con una intensidad u otra, expresarán.
De forma que la persona observa, y empieza a darse cuenta que se encuentra mal, y que algo le está ocurriendo, cuándo intenta comprender que su yo actual y su yo nostálgico, son diferentes, muy diferentes.
La persona pasa a comprender que algo tiene que hacer para recuperar su vida. Sin embargo esa recuperación la ve muy lejos, y a veces como algo imposible, como si creyese que volver a ser como antes es imposible, como si de forma anticipada, comenzase a sacrificarse a rendirse antes de tiempo. A esta influencia sintomática se le conoce como desesperanza y su influencia sobre la personalidad como indefesión.

Pero yo antes no era así, es mucho más global. La persona comienza a observar la diferencia de sus yoes nostálgico y depresivo, en base a lo que ha dejado de hacer y a cómo ha empezado a sentirse. Sin embargo, deprimirse es mucho más que sentirse de bajón circunstancialmente. La estructura psíquica resulta afectada, de forma que la cognición y forma de pensar de la persona también. Se pasa de una capacidad de toma de decisiones a un duda constante que precisa de la aprobación de los demás para comprender que lo que has pensado está bien. Es cómo si todo lo que pensase partiese de un esquema dubitativo y por tanto, los pensamientos resultantes también generasen dudas. Más dudas.
Así la persona afectada por la influencia depresiva, aprende sin remedio alguno a dudar de sí misma en toda su globalidad. Su forma de generar pesnamientos cambia sobre sí, y los que los demás generan sobre ella o él, también resultan afectados. La persona depresiva entenderá que todo lo bueno que le ocurre, por ejemplo le ocurre porque los demás han participado, pero todo lo malo, es culpa suya. Pensará también, de forma anticipada que las cosas que otras personas le dicen probablemente no sean del todo cierta, para no dañarle más y por tanto, acepta y comprende que los demás puedan mentirle, hasta el punto de justificarlas.
Cuando esto ocurre, la persona ha de comprender, que está bajo la influencia de otro síntoma depresivo que hace que esta forma de pensar se asiente en su pensamiento. La carencia de autoestima, la infravaloración personal y la distorsión del pensamiento en sus mapa atribucional, son las causas que explican por qué la persona altera no sólo lo que la persona piensa sobre él o ella, sino también lo que creen que los demás piensan de él o ella. "No sólo ha cambiado mi vida, sino que también he cambiado yo y las personas que me rodean. Si ya nada es cómo antes, y no volverá a serlo, ¿merece la pena seguir? Pensamiento que nos da una idea real del impacto de la depresión en la persona.

La Depresión genera por tanto una afectación global sobre la persona, resultado afectadas de forma gráfica, la forma de pensar, sentir y actuar. Dicho de otra manera, una persona depresiva, piensa, siente y actúa de forma distinta, lo que indica que sin depresión, sería la misma persona, pero viviría la misma realidad de forma diferente. Sobre esta idea hemos de trabajar para salir del túnel o de ese pozo alegórico que mentalmente han construido "un lugar si esperanza"

La Muerte. Una puerta falsa hacia ninguna parte.


La ideación suicida forma parte de la constelación sintomática de la depresión. Es tal vez el síntoma más temido y el de mayor claridad a la hora de hacer ver a la persona que efectivamente, algo está pasando que escapa a su control.

La ideación suicida suele expresarse en trastronos depresivos moderados, severos y muy severos como un criterio de severidad, aunque no es el único. Algo que suele pasar desapercibido, pero que tiene muchísima importancia es la pérdida de la higiene personal, por ejemplo o la pérdida significativa de peso, entre otros.

La persona afectada pasa en un principio por pensar que tal vez, si no estuviera todo fuese más fácil porque bajo esa idea, extirpa la realidad del sufrimiento que padece. Morir para aliviar el sufrimiento. En un principio son sólo pensamientos que se cruzan en la persona afectada por depresión y que no se contemplan como probables, bajo estados depresivos leves. son ideas. Pero cuando una idea se repite mentalmente y èsta está asociada a estados emocionales especialmente negativos, desesperanzadores, sin represntación mental de que todo pueda cambiar, el pensamiento suicida cobra importancia, aunque tal vez, quede lejos la probabilidad de ejecución, por el momento.

La ideación suicida es la imagen que la persona se hace mentalmente de la salida que no encuentra. Mentalmente contempla la idea de que todo terminará si... Reconstruye además posibles consecuencias sobre terceras personas, y justifica esas consecuencias desde la idea irreal de que "si me echarán de menos un tiempo, pero seguirán adelante" Esa idea también representada y construida bajo toda la sintomática depresiva, no hace sino potenciar la idea de que la persona depresiva no representa ya nada para los demás, porque hace tiempo dejó de ser como era para ella misma.
Cuando mentalmente llegamos a esta idea, la ideación suicida pasa a ponerse a prueba por parte de la persona depresiva, aún sin desplegar una conducta suicida. Es entonces cuando el entorno social pasa a oír de forma reiterada ese Mejor sin Mi "el día que me vaya....el día que me muera os quedaréis a gusto...si me muero no me echaréis de menos...." Son realmente desafíos que buscan la autoafirmación fingida, es decir, la persona depresiva necesita argumentar que efectivamente lo que empezó siendo un pensamiento esporádico pasa a ser un pensamiento recurrente, después una idea y más tarde una creencia, Así es como pasa a creer que la conducta suicida, bajo esa influencia emocional tan disruptiva de la Depresión es valorada como la mejor decisión. Craso error.

La conducta suicida implica el acto en sí de intentar, a veces lograr, acabar con la propia vida. Como tenemos idealizado, a veces existe una despedida o una explicación, que intenta exculpar a todos del acto en sí. Otras veces sólo explica por qué y otras muchas veces, tan sólo no hay despedida.
Lo realmente importante de las tentativas suicidas, actos suicidas no logrados, es que la persona ha perdido el respeto a la vida, es decir ha comprobado que lesionarse de la forma que ha elegido no le supone tanto. Sin embargo nada más lejos de la realidad, pues todas las personas con las que me he entrevistado con tentativa de suicidio, reiterada o no, expresan un sentimiento de culpa y arrepentimiento por el daño infligido a sus allegados y a ella misma "se que me costará mucho recuperarme de esto, pero...".

La ideación suicida no ha de abordarse desde la salida o el punto final, sino como el error que se elige para no hacer frente a todo aquello que le separa de su realidad. La depresión es un trastrono que necesitamos abordar para evitar el sufrimiento de la persona afectada y la ideación suicida es tan sólo la expresión de la severidad de ese sufrimiento. Hablar y preguntar ya es terapéutico y reduce el riesgo de la ejecución.

La Espiral de la Depresión.


Todo parece ocurrir secuencialmente. Parece que deprimirse es un proceso lento. Deprimirse sí implica pasar por una serie de fases, lo que no significa que el paso o el tiempo que ha de transcurrir entre una y otras, sea un proceso lento. Lenta sí es la reacción de la persona generalmente, pues siempre hemos entendido socialmente que somos capaces de solucionar nuestros propios problemas, y a veces, no es así.

La secuencia depresiva es más o menos sencilla de explicar para quienes tenemos experiencia en representarla y muy compleja de vivirla, más aún si consideramos que se vive por primera vez la vida Es tan compleja que impide a la persona reaccionar de forma resolutiva generalmente.

Voy a intentar explicar el proceso depresivo. Lo que viene a continuación es la narración emulada de cómo puede surgir evolucionar y reaccionar ante una todo el proceso depresivo. No son personas reales ni historias reales, es tan sólo una reconstrucción basada en la experiencia.

Todo empezó un día como otro cualquiera. 
Un día me di cuenta de que continuamente mi gente me decía que estaba irritable, que saltaba por cualquier cosa, que me comportaba agresivamente cuando nunca antes lo había hecho. Yo era consciente de que algo de razón llevaban, estaba algo más irascible, aunque no sabía por qué. Sin venir a cuento, me di cuenta de que todo me molestaba, y que no admitía que me llevasen la contraria. Al principio lo asocié a que estaba algo nervioso, estresado, no era fácil para mi digerir lo que me dijeron, asumir la noticia que me dieron. 
Cuando me encontraba solo en casa, aprovechaba para llorar, tenía la necesidad de llorar y lloraba casi por cualquier cosa, sobre todo cuando me ponía a pensar en toda mi vida anterior, pero lo hacía a solas, nadie se daba cuenta y además no quería que se diesen cuenta porque, o no me entenderían , o se preocuparían en exceso por mí y eso seguro que acababa empeorando las cosas, ya sabes, vigilándome más. 

Cambiaron mis hábitos, pasé a dormir menos por la noche y eso me hacía despertarme más tarde. Tan tarde que a veces cuando lo hacía estaba solo en casa. A veces incluso no me levantaba. Es como si quisiera dormir eternamente y no despertar del sueño que tenía porque al hacerlo me encontraría con la pesadilla que entonces suponía mi vida. 
Poco a poco empecé a mentir a los míos. Les decía que estaba bien, sonreía, pero por dentro estaba mal. Y de casa empezó a pasarme con mis amigos. Cuando me llamaban les ponía excusas, les metía. No me apetecía verlos, no quería salir, me sentía mal y pensaba que ellos no querían estar conmigo, pensaba que yo les entorpecería. 

Así fue como pasé a encerrarme en casa. Quería ayuda, pero no la pedía y pensaba además que nadie podía comprenderme y por tanto nadie podría ayudarme. Ya sabes, más vale sólo que mal acompañado. Una cosa importante, puede sonar raro, pero... Empecé a pensar que no querían estar conmigo y que me llamaban para quedar sólo por pena. Mi habitación era mi refugio. Mi música me abstraía del mundo y allí me di cuenta de mi sufrimiento. Estaba sólo.

A veces me ponía a pensar sobre mi. Pensaba que no valía nada, que no había logrado nada en la vida, que no encajaba en esta sociedad tan ... Una vez, escuchando música, mientras veía una serie en el pc, se me paso por la cabeza un pensamiento. No me sentía capaz de hacerlo y me dio miedo sólo pensarlo, pero también me mostró que mi estado de soledad tenía un sentido. Poco a poco esos pensamientos se hacían más recurrentes en mi cabeza. Empezó a tomar fuerza la idea de que todos estarían mejor sin mi, y que sin mi, todo el sufrimiento de los demás, y el mío, terminaría. Lo pensaba con mucha frecuencia y dudaba si podría hacerlo o no, ya sabes, no siempre sale bien. 
Pero es que sentía que no podía hacer nada por mi, que yo que antes era capaz de todo, siempre fui independiente, ahora ni tan siquiera podía hacer algo que siempre me gustó, pintar. Era todo un esfuerzo descomunal, y siempre me decía que de mañana no pasaba, pero día tras día, lo retrasaba, me metía a mi mismo. Me sentía fatal por ello. Yo que me pasaba las horas pintando, no era capaz de imaginar qué hacer, era como estar vacío. Mi duende me había abandonado.

Nada de lo que hacía tenía sentido, lo hacía solo por hacerlo, y nada me gustaba, todo era horroroso. Empecé a creerme que no podría cambiar la situación, creí que esto sería así hasta el final, me rendí. Tenía un sentimiento muy profundo de que había perdido el control y que hiciera lo que hiciera, nada cambiaría. 
Este mundo no era para mi. Esta vida no era la mía, yo no era el mismo de siempre.

Un día, mi hermana vino a mi habitación. Se puso a hablarme. Al principio, no quería oírla, solo quería estar solo. Me decía una y otra vez que tenía que hacer algo, que no podía seguir así, que me echaba de menos y que sufría cuando me vía tan triste. Sí triste, algo que yo intenté disimular.
¿Sufrir por mi? Yo sería incapaz de hacer sufrir a mi hermana, pero no comprendía nada. ¿acaso yo quiero estar así? le repetí una y otra vez, pero ella seguía allí cogiéndome la mano abrazándome, llorando ante mi, llorando conmigo. Es como si tuviese claro que de allí no se movería hasta oír lo que quería. 
Yo me resistía a decirlo, no, no me pasa nada, es normal que esté así, ¿no te das cuenta de lo que me está ocurriendo? Tú lo tienes fácil, Tu puedes hacer lo que quieras... -¿De qué me sirve hacer lo que quiero, si lo tengo que hacer sóla?- me respondió.
Se hizo un silencio que jamás olvidaré. Nos pusimos de pie, nos abrazamos y lloramos sin poder parar. Al salir toda la familia esperaba, hasta el perro estaba sentado esperando. Ese día fui consciente de todo. Ese día fue la clave de todo.

Comprendí que mi sufrimiento no es mío solo, aunque yo cargue con él. Acepté que sólo no puedo con todo, y que las personas que me quieren están para ayudarme si lo necesito. Asumí que lo que me ocurrió durante casi un año, fue algo que nunca controlé. Me di cuenta de de que el problema estaba en cómo yo me aislé bajo la idea de que no representaba nada para los demás porque hace tiempo que yo mismo me abandoné. 
Culpaba a los demás creyendo que no tenían ni idea de lo que me ocurría porque no sabían como me sentía y descubrí que para hacer sentir lo que yo siento, tengo que expresarlo. Yo sólo callé.

Mi hermana me hizo darme cuenta de muchas cosas. Fui injusto con todos, con algunos amigos también. Me volvía agresivo con ellos porque envidaba que ellos estuvieran bien y no vieran que yo no. Es como si sintiese rabia, coraje, ira por ver que todos podían seguir con sus vidas, mientras yo intentaba sacrificar erróneamente la mía. 
Mi hermana me hizo ver que les importo y que mi ausencia no hubiera sido cuestión de tiempo. Ahora sé que siempre me hubieran echado en falta. Eso ya nunca se me olvidará.
Siempre digo que mi hermana me salvó. Ella dice que no. Que no hizo nada que yo no hubiera hecho por ella, y sí, lleva razón mucha razón, aunque me ha costado mucho tiempo verlo.

Tal vez no me salvara, pero me ayudó en la solución con algo tan sencillo y tan complejo a la vez, como es, pedir ayuda cuando crees que no la necesitas.



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Autor del Blog y de la entrada
Alberto José Ruiz Maresca.
Psicólogo General Sanitario
NICA 24045 Nº Col AO 04033.
AGDEM
Granada, España.