"Amé y quiero amar, pero dudo que me amen o quieran amarme. Cuanto
amor desperdiciado en una frase y cuánto amor por dar y recibir sacrificado.
Creo que será algo a lo que nunca llegaré y también creo que si llego, algún
día lo perderé, pues no estoy segura que alguien me quiera sabiendo lo que
puede pasarme" "por qué se casa conmigo si sabe cómo estoy"
"Necesito saber que me quiere de verdad y que no está conmigo por
pena" "Sé que me quiere, pero no sé si es feliz conmigo"
"Nos queremos, al menos nos tenemos cariño y nos respetamos, pero no sé si
esto durará, es duro vivir así"
Todas estas frases son literales de personas afectadas por esclerosis
múltiple, a las que no cito ni tan siquiera con iníciales. Frases que recogen
la necesidad y el miedo de amar y sentirse amadas y que la enfermedad ha hecho
creer que su amor les convierte en un "juguete roto" como dijo Alicia
Merino en respuesta a un twit. que me hizo pensar. Este es el resultado.
Y
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todos tarde o temprano, algún día, seremos un
juguete roto.
Al menos esta es la única
conclusión inamovible a la que todos podemos llegar. Todos algún día veremos
cómo se rompe nuestro propio juguete o cómo rompemos nuestro propio juguete. De
forma que por nosotros mismos de forma fortuita, o por motivos ajenos a
nosotros mismos y accidentales, algún día nos romperemos.
Toda la vida por delante significa
mucho más que una frase. Vivimos para lograr un desarrollo como personas, en
función de un proyecto vital que orientamos hacia la consecución de un objetivo
casi trascendental, y que culturalmente nos ha sido impuesto bajo el supuesto
estado de realización personal. Sed felices se ha convertido en un deseo y meta
al que llegar, sacrificando en ocasiones, el estado actual respecto al estado
idealizado que buscamos.
Y se tiene mucho tiempo en la vida,
a través de sus diferentes fases y etapas evolutivas que nos sirven no sólo
para crecer, sino también para ir preparándonos emocionalmente, donde cada uno
de nosotros experimentamos de una forma u otra momentos de felicidad y también
de infelicidad. Pero esta Sociedad nos ha preparado para vivir y no para
enfermar, y mucho menos para morir. Nos educan en el concepto de salud más
arcaico, el que se definía como ausencia de enfermedad, y o estás sano, o eres
un juguete roto.
Y justo cuando la madurez psíquica y física
forma parte de nosotros, la felicidad que hemos ido consumiendo en los días que
hemos ido vivido, y sobre la que hemos construido nuestros propios y legítimos
sueños, se rompe sin avisar, sin tiempo para reaccionar, sin tiempo para asimilar
la idea tan sólo de enfermedad, sin entrar a clasificar y conocer qué
enfermedad es. Se pasa de la idealizada salud y estado de felicidad con un
chasquido a un estado de enfermedad y ruptura de la misma. De ser el mejor de
los juguetes a ser un juguete roto.
Y soñamos con trabajar, con formar
una pareja estable o una familia, con la maternidad y la paternidad, con lograr
el desarrollo personal que hemos imaginado cientos de veces en nuestros sueños,
en los momentos de vida en los que fuimos consumiendo nuestra felicidad sin
miedos y sin riesgos, cuando todo estaba al alcance de la palma de tu mano,
soñábamos.
El amor, es un claro ejemplo de
ruptura tras la propia ruptura del estado de salud. De sabernos queridos y
amados, de querernos a nosotros mismos, de gustarnos y gustar, pasamos en ese
chasquido de dedos a dudar de todos los que nos aman intimamente e incluso de
si nos amamos o amamos la imagen de salud que se mantiene en nuestro recuerdo
del pasado. De forma que desde la enfermedad, desde la persona afectada, el
amor se contempla como un sacrificio que se hace hacia ellas, hacia la persona
afectada, incluso desde la propia persona a sí misma.
Sin embargo, ¿sacrificarías tu
propio amor por la persona a la que decidiste amar en una circunstancia inversa
a la que vives? ¿Amarías a tu ser amado estando afectado de alguna enferemdad,
siendo un juguete roto? Tu primera respuesta es la que vale ese pensamiento de
tan sólo unos segundos en tu mente consciente, esa es la respuesta correcta. La
segunda es tan sólo una justificación porque la situación no sea así y sea como
realmente es, tu afectada y ella sana.
Sabéis los que me vais conociendo,
que le doy muchísima importancia a cómo construimos los pensamientos, de ellos
se alimenta nuestra mente, y generamos actitudes concretas. "Nadie
quiere juguetes rotos" es para mí una frase lapidaria que recoge
realmente la auto-percepción de cómo se ve la persona afectada. Un juguete roto
acaba siempre en un cajón, en la estantería más alta de todos o incluso en una
caja. Pero que nadie quiera juguetes rotos es mucho más que eso, pues implica
erradicar de la capacidad de decisión a la persona que cohabita con la persona
afectada toda posibilidad de veracidad y credibilidad, de honestidad. Es
decisión suya quedarse o irse. Y si se queda, no puedes justificar el argumento
bajo ningún pensamiento, se queda contigo, no con tu enfermedad y se queda
porque quiere quedarse, sin más.
Y si la decisión es de irse, estoy
convencido y así se lo hago ver a todas las personas que en algún momento se
vieron como juguetes rotos, que tarde o temprano, con o sin enfermedad, el amor
acabaría rompiéndose. Tal vez no duela lo mismo un amor roto sin la presencia
de una enfermedad, que con su existencia, pero lo que de verdad hace
"sangrar al corazón" es la ruptura del amor.
Tal vez todos seamos juguetes rotos
a día de hoy, porque aquello que sentimos y no podemos controlar nos hace
frágiles e inseguros, el amor. Sí, somos vulnerables ante su presencia y ante
su ausencia. Y necesitamos tener una respuesta, real no, sólo cuando
disfrutamos de su presencia, sino también cuándo lo descubrimos su ausencia.
Y siempre, en un cajón o
estantería, conservamos nuestros juguetes rotos, al menos ese del que no
quieres deshacerte por estar emocionalmente vinculado a ti.
Gracias Alicia Merino por tu frase.
De ella surgió esto.
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#contralaesclerosishazteoir
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Autor del Blog y de la entrada.
Alberto José Ruiz Maresca.
Psicólogo General Sanitario
NICA 24045 Nº Col AO 04033.
AGDEM
Granada, España.
1 comentario:
Nunca dejará de parecerme cruel.
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