Ya os aviso, la entrada es larga, el tema lo requiere. Y también os aviso, que he intentado tratar el tema con delicadeza, pero hablar de sexo requiere hablar claro.
Introducción.
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La sexualidad, como se dijo en la entrada La Sexualidad y sus Relaciones; I Parte., suele pertenecer a la esfera más intima de cada persona. Es por ello que hablar siempre de algo que invade nuestra intimidad, resulta cuanto menos difícil si se quiere ser, como es el caso, divulgativo e ilustrativo.
Por eso, desde el respeto a todas las personas que lean esta entrada, lo que se expone a continuación se hace tratando el tema de la Sexualidad desde el plano de las relaciones interpersonales y por tanto, abordando su plano emocional y psicológico, lo que implicará ser "sexualmente natural", pero lo que es más importante, intentaré dar un matiz rehabilitador, es decir intentaré hacer de las relaciones sexuales, de sus nuevas formas de sentirlas algo que ayuda a la rehabilitación no solo de la persona sino también de la pareja.
El sexo es muy probable que nunca hubiese sido un problema en nuestras vidas, ¿o no?.
Aunque, también puede darse el caso contrario, que el sexo tal cual se ha ido viviendo hasta el momento del diagnóstico de la enfermedad, sí supusiera un problema, bien individual, bien de pareja, pero un problema al fin y al cabo, que en la gran mayoría de las situaciones, se silencia.
Y este silencio fingido no hace sino agravarlo, mantenerlo y agudizarlo porque reconocer un problema en esta dimensión de nuestra vida es sinónimo de menos que, por lo tanto, antes de reconocerlo sigo siendo al menos igual que.
Por otra parte está lo que supone en sí reconocer la existencia de un problema sino con el sexo; sí con nuestras relaciones de pareja. Como decía supone y mucho, supone una serie de pensamientos en cascadas que no tienen fin, y esto ocurre a cualquier persona, con o sin enfermedad, cuya incertidumbre sea su grado de satisfacción sexual sobre sí mismo o sobre su pareja.
Por otra parte está lo que supone en sí reconocer la existencia de un problema sino con el sexo; sí con nuestras relaciones de pareja. Como decía supone y mucho, supone una serie de pensamientos en cascadas que no tienen fin, y esto ocurre a cualquier persona, con o sin enfermedad, cuya incertidumbre sea su grado de satisfacción sexual sobre sí mismo o sobre su pareja.
- Supone pedir ayuda, primero a la pareja, después a un profesional. Esta petición de ayuda a su vez provoca romper el concepto de intimidad, de forma que abrir nuestro comportamiento más íntimo a la opinión de una tercera persona, genera angustia emocional intensa por sentirse evaluada o evaluado.
- Supone que hay que mejorar la satisfacción general de la pareja, es decir del otro miembro, y no olvidemos que el antónimo de satisfacción es insatisfacción, termino que ya ronda la cabeza de la persona. Esta tipo de ansiedad cognitiva que se siente, provocará de forma irremediable un descenso en la frecuencia de aquellas relaciones coitales, por miedo percibido, de sentir de forma anticipada, la frustación derivada de la insatisfacción.
- Supone poner en duda "mi capacidad de sentirme hombre o mujer", aunque esto sólo se reconocerá en el plano individual de las personas, es decir sólo cuando piense sobre sí mismo, negando en todo momento la importancia "social" del sexo. Esta angustia a su vez interferirá no tanto en la frecuencia, sino en la forma de vivir las relaciones sexuales y por tanto en última estancia en la satisfacción de las relaciones.
- Supone, suponer qué ha pasado hasta el momento en las relaciones, qué habrá sentido, qué habrá hecho después, qué pensara si....
- etc.
En definitiva, este componente cognitivo y emocional atribuido al sexo y a lo que se obtiene, o no, de él generará una de las principales causas no orgánicas de las alteraciones de la conducta sexual.
- La Angustia, de naturaleza emocional con anticipación de miedo al fracaso y por tanto a la frustración.
- La Inseguiridad, por anticipación y proyección sobre el componente insatisfactorio de la relación.
- La Autoestima, por deformación del rol mantenido.
- La Comunicación, por basarse en el silencio y el miedo a no reconocer un problema abordable y por tanto a mantener la conducta problema.
Pero en las relaciones de pareja, las miradas, los silencios y las dudas, al final hieren más a la persona, ya sea esta hombre o mujer, aunque les afecte de forma diferente. Que las relaciones sexuales se vean afectadas, es como determinar que "ya está todo afectado, incluido esto" independientemente de que la pareja haya verbalizado, antes o después, entre ellos, que el sexo no lo es todo, aunque ahora sí parezca serlo.
El caso es que; quizás no nos dimos cuenta del problema hasta que todo cambia forzosamente, dicho de otro modo, puede ser que los problemas sexuales vengan de atrás, pero se vean ahora.
Pero tal vez sí nos dimos cuenta del problema, y sí, se hablo, se intentó arreglar y justo cuando todo empezaba a ir bien aparece el diganóstico, sino la enfermedad, sus síntomas, sus medicaciones, etc.
En este segundo caso, el sexo, las relaciones sexuales y por tanto las relaciones de pareja se intentan preservar y mantener, independientemente de que hasta la fecha, no hayan sido placenteras para ambos miembros de la pareja, de forma que se intenta mantener pese a haber acordado previamente que eran preciso mejorarlas. Pero ahora, y por un momento, el sexo será relativamente no importante, aunque se acabe recurriendo a él para evitar el impacto emocional de otros síntomas físicos.
Esclerosis Múltiple y Disfunciones Sexuales.
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Enteder bien el impacto de la esclerosis múltiple sobre la persona afectada, supone hacer el gran esfuerzo por comprender que detrás de una persona afectada por la enfermedad crónica, siempre hay un seno familiar afectado. En este caso es clave entender que por tanto, la alteración e interferencia sintomática de la enfermedad, no sólo afecta a un miembro de la familia.
Pero además, es clave entender que los estados que se describen a continuación, son o pueden ser, transitorios según el estado de enfermedad de la persona afectada.
¿Cómo puede afectar la esclerosis múltiple a la sexualidad?
Las disfunciones sexuales son alteraciones que afectan o pueden afectar a la expresión de la intimidad en las siguientes clasificaciones.
Cualquiera de las disfunciones sexuales referidas anteriormente, independientemente de que la persona afectada sea hombre o mujer, tienen tratamientos compensatorios que sirven para evitar la interferncia en la vida íntima de la pesona. Sin embargo, es la clasificación secundaria y terciaria, la que servirán para desarrollar esta entrada de blog.
Toda esta constelación de alteraciones en la respuesta sexual de la persona, obviamente se vivencia de forma diferente en la persona, ya sea hombre o mujer afectada.
Así en el caso de los hombres, las disfunciones sexuales más comunes asociadas a la esclerosis múltiple son:
Pero tal vez sí nos dimos cuenta del problema, y sí, se hablo, se intentó arreglar y justo cuando todo empezaba a ir bien aparece el diganóstico, sino la enfermedad, sus síntomas, sus medicaciones, etc.
En este segundo caso, el sexo, las relaciones sexuales y por tanto las relaciones de pareja se intentan preservar y mantener, independientemente de que hasta la fecha, no hayan sido placenteras para ambos miembros de la pareja, de forma que se intenta mantener pese a haber acordado previamente que eran preciso mejorarlas. Pero ahora, y por un momento, el sexo será relativamente no importante, aunque se acabe recurriendo a él para evitar el impacto emocional de otros síntomas físicos.
Esclerosis Múltiple y Disfunciones Sexuales.
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Enteder bien el impacto de la esclerosis múltiple sobre la persona afectada, supone hacer el gran esfuerzo por comprender que detrás de una persona afectada por la enfermedad crónica, siempre hay un seno familiar afectado. En este caso es clave entender que por tanto, la alteración e interferencia sintomática de la enfermedad, no sólo afecta a un miembro de la familia.
Pero además, es clave entender que los estados que se describen a continuación, son o pueden ser, transitorios según el estado de enfermedad de la persona afectada.
¿Cómo puede afectar la esclerosis múltiple a la sexualidad?
Las disfunciones sexuales son alteraciones que afectan o pueden afectar a la expresión de la intimidad en las siguientes clasificaciones.
- Disfunciones Sexuales Primarias. Son consecuencia de cambios neurologicos que afectan o pueden afectar a la respuesta sexual, mediante la disminución o pérdida del impulso sexual (deseo), sensaciones genitales disminuidas o desagradables y dificultad para llegar al orgamo.
- Disfunciones Sexuales Secundarias. Son consecuencia de la interferncia sintomática de otros síntomas asociados a la enfemedad, como la fatiga, problemas asociados a la vejiga, temblores en el cuerpo o extremidades, falta de atención y concentración y alteraciones sensoriales no genitales.
- Disfunciones Sexuales Terciarias. Son consecuencia de la interferencia de factores psicológicos, psicosociales y/o cultares en la respuesta sexual a través de la afectación de sentimientos propios de cada persona afectada o familiar.
Cualquiera de las disfunciones sexuales referidas anteriormente, independientemente de que la persona afectada sea hombre o mujer, tienen tratamientos compensatorios que sirven para evitar la interferncia en la vida íntima de la pesona. Sin embargo, es la clasificación secundaria y terciaria, la que servirán para desarrollar esta entrada de blog.
Toda esta constelación de alteraciones en la respuesta sexual de la persona, obviamente se vivencia de forma diferente en la persona, ya sea hombre o mujer afectada.
Así en el caso de los hombres, las disfunciones sexuales más comunes asociadas a la esclerosis múltiple son:
- Problemas en el mantenimiento y/o consolidación de la erección.
- Impotencia Secundaria. Desde un momento de la vida de la persona afectada, el hombre empieza a tener los problemas descritos, en al menos el 50% de las ocasiones íntimas.
- Dificultad para lograr el orgasmo.
- Disminución de la sensación percibida en el pene.
- Pérdida o disminución notable de la libido, por tanto del deseo sexual.
- Lubricación o sensación vaginal reducida.
En el caso de las disfunciones secundarias, los factores que predisponen están asociados al estrés anticipado sobre la proyección que se hace de la interfencia sintomática y la satisfacció o no de la respuesta sexual. De forma que tanto el hombre como la mujer afectada, mentalmente construyen cómo sería la situación sexual que desean vivir, pero su estrés ante la situación de interferencia sintomática, por ejemplo con los problemas de vejiga, concentración o espasmos, hacen que se vean "ridículos" en el transcurso de la actividad sexual. Esta imagen anticipada que se construyen es la causante de la pérdida de las relaciones sexuales, mediante el desarrollo de conductas de evitación, que como ya hemos descrito en otras entradas, son generadoras del mantenimiento del problema y de trastornos de ansiedad a corto y medio plazo.
Todo este significado que la persona pone sobre sí misma a la hora de mantener las relaciones sexuales, obviamente está influenciado por factores culturales sobre nuestra sexualidad.
De forma que muchas veces el estrés anticipado o distrés que sufre la persona afectada está sujeto o al menos anclado, en el modelo coital de relaciones sexuales, donde la relación coital con penetración es la mejor forma de satisfacción sexual, para uno mismo y para la pareja. Nada mas lejos de la realidad.
Respecto a las disfunciones sexuales terciarias, hablamos de las interferncias emocionales que tanto la enfermedad, como los síntomas, como el nuevo rol de persona afectada generan en la persona. Esta nueva afectación emocional es la responsable, unido a factores psicosociales asociados a la necesidad de ser útil sexualmente a su pareja, y por tanto vinculada a factores culturales, es la responsable del deterioro de la relaciones sexuales de pareja y por tanto de la actividad sexual. La clave en este tipo de disfunciones sexuales está en la reconstrucción de la sexualidad y su forma de vivirla, despojando a la persona afectada y a su pareja de tabúes asociados a las nuevas formas de relaciones sexuales. Este tipo de disfunciones puede, y digo bien, convertirse en un elemento rehabilitador de la persona, SÍ, rehabilitación emocional a través del descubrimiento de la nueva sexualidad.
¿Qué hacer para vivir la sexualidad placentera?
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La mejor forma de intervenir en la interferencia de las disfunciones sexuales en la vida de la persona afectada o en su pareja, consiste en hablar sobre la interferencia y sobre el impacto emocional que genera.
Es necesario que la persona comparta su estado emocional sobre la nueva percepción sobre sí misma, sobre su necesidad de afecto hacia la pareja y cómo no, sobre la necesidad de solicitar ayuda de la forma más tranquila posible, pues aunque pueda parecer un tópico, los problemas de comunicación en la pareja son la clave.
Es necesario que la persona comparta su estado emocional sobre la nueva percepción sobre sí misma, sobre su necesidad de afecto hacia la pareja y cómo no, sobre la necesidad de solicitar ayuda de la forma más tranquila posible, pues aunque pueda parecer un tópico, los problemas de comunicación en la pareja son la clave.
La Sexualidad Como Elmento Rehabilitador.
Es posible que sea difícil de entender que el sexo y su forma de vivirlo pueda ser un elemento rehabilitador, por lo que haré el esfuerzo en explicarme bien al respecto, al tiempo que pido a la persona que lee, el esfuerzo por una lectura comprensiva.
Ha quedado claro, tanto en la primera entrada en la que tratamos la sexualidad, como en la primera parte de ésta, que las alteraciones sexuales inciden y afectan a la representación emocional y mental que la persona se hace sobre sí mismo, al ser el sexo y la sexualidad la forma más íntima y privada de comunicación. Afectar las relaciones sexuales, es por tanto, entender que TODO está afectado.
Descoitizar la Relación.
La primera idea clave, para entender la sexualidad como elemento rehabilitador en la persona afectada, y por tanto en la pareja es corregir lo que hasta el momento entendíamos como forma principal de relación sexual.
La sexualidad está compuesto por un sin fin de posibilidades de expresión, de las que habitualmente por componentes culturales, entendemos que la relación coital, el sexo mediante la penetración vaginal, es la forma de relación por excelencia, independientemente de la presencia o no de enfermedad. Esta aceptación cultural tiene su anclaje en el componente y la necesidad de satisfacer y poseer a la pareja, en el caso del hombre, es muestra de la hombría y virilidad, mientras en el caso de la mujer, la connotación hasta no hace mucho, antropológicamente era más peyorativa y generadora de desigualdad, pues hacía de la mujer, una buena mujer o no.
Pero además la relación coital tiene su lado emocional, de forma que la penetración coital vaginal sería la representación de compartir lo mío contigo, es por tanto el máximo rango de expresión al que puede acceder una pareja en las relaciones íntimas.
En el caso de las relaciones coitales anales, la satisfacción que este tipo de relación ofrece al hombre está antropologíca y socialmente ancalda en el dominio de la pareja. Un coito anal es para el hombre la sensación de sumisión de su pareja, que está incluso reprensentada en la postura preferente para este tipo de relaciones. Esta sensación de dominio, se da independientemente de que la pareja, obtenga de este tipo de relación una satisfacción de alta intensidad. Este tipo de relaciones coitales, las anales, habitualmente por presión, ofrecen un menor tiempo de eyaculación en el varón, lo que provocará nuevamente una relación orgásmica desacompasada.
Estas connotaciones sobre el coito, vaginal o anal, no son generadoras de placer, todo lo contrario, son generadoras de presión que conducen a la relación insatisfactoria. De forma que la mayoría de las relaciones sexuales coitales, con o sin enfermedad, son o han sido relaciones desacompasdas, es decir relaciones sexuales donde el orgasmo del hombre, en la mayoría de los casos, se ha producido siempre antes que el orgamo de la mujer, y por tanto la insatisfacción en forma de climax para la mujer ha sido siempre la nota pendiente, tan verbalizada por ellas en la necesidad de jugar más, de fortalecer los preliminares y por tanto de no ir siempre al grano.
Pero descoitizar la relación supone dar un paso hacia delante. Es entender que la relación coital vaginal, principalmente, es una opción más, y no ha de ser tomada por tanto, como la opción única donde han de acabar todas o casi todas las relaciones sexuales.
De forma que si la pareja, con su miembro afectado, entiende que las relaciones coitales no han de ser el centro de su universo sexual, y diversifica su forma de expresión sexual, no sólo ganará en calidad en las relaciones sexuales, sino que estas aumentarán su frecuencia. Este aumento a su vez repercute sobre la representación emocional de quien esté afectado, entendiendo que el control y el dominio sobre las mismas sigue siendo de la pareja. La autoestima, el autoconcpeto, se verán fortalecidos y aumentados, disminuyendo la tensión el distrés y los problemas de comunicación.
Además, casi siempre, y desde antes del diagnóstico la persona, hombre o mujer ha fantaseado con su sexualidad deseando una nueva forma de relación sexual que salve la rutina habitual, por tanto, ¿qué relación sexual es posible si descoitizamos nuestra sexualidad?.
Tú tu Placer, Yo el Mio.
Esta es la segunda clave, que con o sin enfermedad, revitaliza y aumenta la calidad satisfactoria de la relaciones sexuales. Hasta ahora, entendíamos que el cometido de una persona en las relacioens sexuales, es o era dar placer al otro. No es del todo correcto. El placer ha de ser gestionado por la propia persona, independientemente de que en dicho placer colabore o participe la pareja.
Ser uno mismo el responsable del placer del otro miembro, es cargarse emocionalmente y sin neceisdad de la presión asociada que supone ser satisfactorio para el otro. Al igual que en el coito, todo esto está anclado en connotaciones heredades culturalmente y socialmente que no hacen sino aumentar y resaltar la valía que uno mismo tiene, sea hombre o mujer, pero ¿y si no satisfago a mi pareja?
Gestionar el propio placer de uno mismo no es más que expresar abiertamente al otro miembro de la pareja, cómo, qué, cuánto, dónde y por qué nos gusta una u otra opción al tiempo que aprendemos cómo, qué, cuánto, dónde y por qué gustan las opciones preferentes de la pareja, pues hay una gran diferencia entre suponer que le gustaba a saber qué le gusta.
Cuando eres controlador/a del propio placer que has de gestionar en el transcurso de la relación, la relación en sí aumenta su intensidad de placer. La tensión disminuye y por tanto, la relación aumenta en interacciones y conductas sexuales, lo que aumenta la exploración y por tanto el deseo. Pero algo realmente importante en este concepto de gestión del auto placer es erradicar la necesidad de ser satisfactorio para el otro miembro, esto repercute seriamente en la iniciativa, en el deseo y frecuencia de las relaciones, que ya no son, como venían siendo, exigentes y con origen en si se llegará o no al final deseado.
¿Entonces puedo gozar, sin que mi pareja goce?
Esto ha ocurrido ya en otras ocasiones, sin embargo no habías planeado el por qué. Siempre existe goce o placer, aunque no siempre existe orgasmo o climax. A veces provocar el goce, por ejemplo, a través de la masturbación o estimaulación a la pareja, provoca placer en sí a quien estimule. Esto genera naturalidad a la relación, que es vivida desde esta perspectiva como una compensación y complementariedad y no desde la exigencia y la necesidad que obligue siempre a dar siempre que se reciba y en la misma medida o proporción.
Además, casi siempre, y desde antes del diagnóstico la persona, hombre o mujer ha fantaseado con su sexualidad deseando una nueva forma de relación sexual que salve la rutina habitual, por tanto, ¿qué relación sexual es posible si descoitizamos nuestra sexualidad?.
Tú tu Placer, Yo el Mio.
Esta es la segunda clave, que con o sin enfermedad, revitaliza y aumenta la calidad satisfactoria de la relaciones sexuales. Hasta ahora, entendíamos que el cometido de una persona en las relacioens sexuales, es o era dar placer al otro. No es del todo correcto. El placer ha de ser gestionado por la propia persona, independientemente de que en dicho placer colabore o participe la pareja.
Ser uno mismo el responsable del placer del otro miembro, es cargarse emocionalmente y sin neceisdad de la presión asociada que supone ser satisfactorio para el otro. Al igual que en el coito, todo esto está anclado en connotaciones heredades culturalmente y socialmente que no hacen sino aumentar y resaltar la valía que uno mismo tiene, sea hombre o mujer, pero ¿y si no satisfago a mi pareja?
Gestionar el propio placer de uno mismo no es más que expresar abiertamente al otro miembro de la pareja, cómo, qué, cuánto, dónde y por qué nos gusta una u otra opción al tiempo que aprendemos cómo, qué, cuánto, dónde y por qué gustan las opciones preferentes de la pareja, pues hay una gran diferencia entre suponer que le gustaba a saber qué le gusta.
Cuando eres controlador/a del propio placer que has de gestionar en el transcurso de la relación, la relación en sí aumenta su intensidad de placer. La tensión disminuye y por tanto, la relación aumenta en interacciones y conductas sexuales, lo que aumenta la exploración y por tanto el deseo. Pero algo realmente importante en este concepto de gestión del auto placer es erradicar la necesidad de ser satisfactorio para el otro miembro, esto repercute seriamente en la iniciativa, en el deseo y frecuencia de las relaciones, que ya no son, como venían siendo, exigentes y con origen en si se llegará o no al final deseado.
¿Entonces puedo gozar, sin que mi pareja goce?
Esto ha ocurrido ya en otras ocasiones, sin embargo no habías planeado el por qué. Siempre existe goce o placer, aunque no siempre existe orgasmo o climax. A veces provocar el goce, por ejemplo, a través de la masturbación o estimaulación a la pareja, provoca placer en sí a quien estimule. Esto genera naturalidad a la relación, que es vivida desde esta perspectiva como una compensación y complementariedad y no desde la exigencia y la necesidad que obligue siempre a dar siempre que se reciba y en la misma medida o proporción.
En las relaciones sexuales, aparentemente, todo está inventado. Sin embargo de todo lo inventado usamos muy poco repertorio. De forma que intentamos repetir aquello que fue bien, y da pereza innovar en aquellas cosas o formas de relación donde no sabemos que resultado darán.
Innovar, en este caso es sinónimo de ampliar horizontes, de conocer nuevas formas de expresión, de reinventarse a sí mismo en el plano de la sexualidad.
Partimos de la base de que las relaciones sexuales no han de tener como eje el coito y de cada persona es clave para gestionarse su propio placer.
El elemento rehabilitador de la innovación sexual radica en lograr lo que muchas veces se ha deseado, pero en casi todas las ocasiones no se ha logrado. La innovación consiste en experimentar otras formas de relación sexual donde la interacción cuerpo a cuerpo es la clave.
En el caso de la mujer afectada, la estimulación es clave para que generar una respuesta sexual acorde, pues precisa de mayor tiempo en la fase de estimulación para adaptar su cuerpo a la respuesta sexual y evitar así posibles insatisfacciones. La mujer afectada precisará ahora de más intensidad y tiempo en la estimulación para contrarrestar los problemas de lubricación vaginal derivados, de forma que el cuerpo, responda compensado esos déficits que siempre pueden ser complementados con geles y lubricantes, que pueden incorporarse como elementos que sirvan para aumentar la interacción, pues muchos, por no decir la mayoría, son ahora comestibles y pueden saborearse.
Aumentar la estimulación en la mujer implica más tiempo jugando, quizás una demanda antigüa que en muchas ocasiones pasó desapercibida, pero que ahora, en estas circunstancias tiene su importancia. Ese tiempo de más es tiempo empleado en intensificar el deseo en la fase de excitación que se alargará temporalmente en la mujer afectada.
En el caso del hombre, ocurre de la misma forma, es preciso aumentar la fase de estimulación, de forma que también será preciso saber qué otras partes del cuerpo de la persona afectada varón, responde especialmente a las estimulaciones a través de las caricias y juegos preliminares. Pero en el varón lo realmente importante de aumentar el tiempo de excitación, tiene como objetivo aumentar su fase de meseta y así intentar igualar la respuesta sexual de la mujer, para que ambas respuestas, vayan más o menos acompasadas
Los ejercicios destinados al control de la fase de excitación de la pareja, tienen como objetivo entender que el deseo es perceptible al margen del coito y del orgasmo, pues el placer y el goce puede sentirse con una muy alta intensidad sólo en la primera fase. A veces, la relación sexual puede componerse solamente de estimulación placentera, aunque carezca de orgasmo, y entender esto es clave, pues si la pareja busca sólo la relación sexual orgásmica, disminuirá la frecuencia, la intensidad satisfactoria y el repertorio de respuestas sexuales con el tiempo, y por tanto, existirá una clara y evidente interferencia de la disfunciones secundarias y terciarias en la vida de la paersona afectada y en su pareja.
Solos y Compartiendo.Innovar, en este caso es sinónimo de ampliar horizontes, de conocer nuevas formas de expresión, de reinventarse a sí mismo en el plano de la sexualidad.
Partimos de la base de que las relaciones sexuales no han de tener como eje el coito y de cada persona es clave para gestionarse su propio placer.
El elemento rehabilitador de la innovación sexual radica en lograr lo que muchas veces se ha deseado, pero en casi todas las ocasiones no se ha logrado. La innovación consiste en experimentar otras formas de relación sexual donde la interacción cuerpo a cuerpo es la clave.
En el caso de la mujer afectada, la estimulación es clave para que generar una respuesta sexual acorde, pues precisa de mayor tiempo en la fase de estimulación para adaptar su cuerpo a la respuesta sexual y evitar así posibles insatisfacciones. La mujer afectada precisará ahora de más intensidad y tiempo en la estimulación para contrarrestar los problemas de lubricación vaginal derivados, de forma que el cuerpo, responda compensado esos déficits que siempre pueden ser complementados con geles y lubricantes, que pueden incorporarse como elementos que sirvan para aumentar la interacción, pues muchos, por no decir la mayoría, son ahora comestibles y pueden saborearse.
Aumentar la estimulación en la mujer implica más tiempo jugando, quizás una demanda antigüa que en muchas ocasiones pasó desapercibida, pero que ahora, en estas circunstancias tiene su importancia. Ese tiempo de más es tiempo empleado en intensificar el deseo en la fase de excitación que se alargará temporalmente en la mujer afectada.
En el caso del hombre, ocurre de la misma forma, es preciso aumentar la fase de estimulación, de forma que también será preciso saber qué otras partes del cuerpo de la persona afectada varón, responde especialmente a las estimulaciones a través de las caricias y juegos preliminares. Pero en el varón lo realmente importante de aumentar el tiempo de excitación, tiene como objetivo aumentar su fase de meseta y así intentar igualar la respuesta sexual de la mujer, para que ambas respuestas, vayan más o menos acompasadas
Los ejercicios destinados al control de la fase de excitación de la pareja, tienen como objetivo entender que el deseo es perceptible al margen del coito y del orgasmo, pues el placer y el goce puede sentirse con una muy alta intensidad sólo en la primera fase. A veces, la relación sexual puede componerse solamente de estimulación placentera, aunque carezca de orgasmo, y entender esto es clave, pues si la pareja busca sólo la relación sexual orgásmica, disminuirá la frecuencia, la intensidad satisfactoria y el repertorio de respuestas sexuales con el tiempo, y por tanto, existirá una clara y evidente interferencia de la disfunciones secundarias y terciarias en la vida de la paersona afectada y en su pareja.
La Sexualidiad, y me reitero en las connotaciones, antropológicas, sociales y religiosas, han sido vivenciadas como culmen a la necesidad de consolidar las relaciones de pareja. De forma que el sexo en muchas ocasiones está destinado al fin de la procreación de la especie, y por tanto es concebido siempre como una relación sexual compartida.
Sin embargo el sexo, la sexualidad ha de ser entendida con paradigmas muchos más amplios, que tan sólo obedecen a la necesidad natural de la especie. Este matiz es importante por lo siguiente. Cuando se vive la sexualidad con su pareja, se entiende que la sexualdiad que vive es una sexualidad normalizada. Si además de su pareja, la vive con alguien más, las cosas cambian, pero si la vive solo este último matiz también es peyorativo, de forma que por poner un ejemplo, no es lo mismo estimular a tu pareja, que estimularse juntos, que estimularse o masturbarse solos.
Es preciso, y no es un tópico, conocer el cuerpo sexual de la persona. Por cuerpo sexual no entendemos sólo el o los órganos genitales, que son la base o el núcleo, sino todas aquellas zonas de nuestro cuerpo que ponen a funcionar nuestro cerebro sexual, son las zonas erógenas.
Para ello es clave afrontar miedos a cómo vivir la sexualidad, superar ideologías y estigmas. La sexualidad en pareja es solo una forma más de vivir sexualmente nuestro comportamiento y nuestro cuerpo, igual que la sexualidad que puede vivir y experimentar la persona consigo misma.
La autoestimulación o la masturbación debe ser desmitificada social y culturalmente como algo sucio. El sexo a través de la autoestimulación resulta ser una de las formas más placenteras para vivienciar la sexualidad y la clave está en el propio conocimiento del cuerpo y por tanto, en el conocimiento sobre el qué, cómo, dónde, cuánto y por qué gusta.
Esta forma de vivenciar la sexualidad es reconocida por casi todas las personas a través de encuestas como altamente placentera, pero supone un rechazo social el reconocer, a veces incluso a la propia pareja, el uso en sí de la autoestimulación o de la mastrubación, y más aún cuando es la mujer quien reconoce haberla practicado.
Sin embargo es altamente aconsejable como práctica sexual y puede realizarse bien estando solos, o bien acompañados de la pareja. Es una forma al igual que el sexo oral muy placentera para ellas y ellos y con una gran facilidad para llevar a la persona a la fase de orgasmo. Sin embargo no es muy practicada, o al menos no se reconoce mucho su práctica.
Los ejercicios de autoestimulación son claves en cualquier terapia de pareja que tenga como finalidad reestablacer la frecuencia y satisfacción sexual de la pareja, sin embargo, cuándo son otras circunstancias de vida las que pueden llevar a la persona a usarla, pueden ser vistas cómo el último recurso y destructor de la autoestima de la persona afectada. Esto es así, si el esquema que la persona tienen de cómo vivir la sexualidad se basase en un esquema donde el coito y la necesidad de saberse satisfactorio para su pareja sea el centro de la relación, relación que por otro lado, debe evolucionar y desarrollarse de otra forma para poder expresar y vivir la sexualidad de forma más placentera.
Por tanto, si la persona comprende que los factores claves para la disfunción sexual terciaria radica en el componente emocional de las personas y por tanto en la construcción que estas hagan de su estructura emocional respecto a su nuevo rol de persona afectada, su sexualidad, se verá altamente afectada e interferida cuando el esquema de relaciones sexuales tenga como eje, la relación coital y la valía que la persona afectada tenga para satisfacer a la pareja.
El elemento rehabilitador de las relaciones sexuales radica aquí principalmente, en la necesidad de evolucionar sexualmente conforme es preciso adaptarse, pero es preciso destacar que dicha evolución formaría parte, de las demandas que la pareja tuviera en su vida sexual, sin la presencia de la enfermedad crónica, lo que ocurre aquí es que la persona tiene en mente por qué se ha de cambiar.
La reeducación sexual, y el descubrimiento de la nueva sexualidad debe ser un tema abordable en consulta para las personas afectadas, pues es sin duda un tema vital para la consolidación de la pareja y para el afrontamiento emocional de la persona afectada ante su estado de enfermedad, y ha de ser tratado con naturalidad, como cualquier otro componente con afectación o sin ella. Lo que ocurre en la mayoría de las ocasiones, es que ni tan si quiera para la pareja, la sexualidad y las relaciones sexuales se comparten con naturalidad.
Respecto a la disfunción sexual secundaria, es preciso que la pareja hable sobre cómo evolucionar hacia una sexualidad donde las interferencias emocionales de los problemas asociados o síntomas puedan permitir una sexualidad sana y placentera. Para ello es crucial entender que donde se desea llegar no es a un cambio forzado de la sexualidad vivida hasta el momento, sino hacia una evolución deseada y consensuada por la pareja. Esto supone basarse en el deseo de la pareja y en su forma de obtener placer y goce a través de la relación sexual y no partir de la referencia de qué hace u obliga cambiar.
De forma que si la persona afectada de esclerosis padece de un temblor persistente la evolción e innovación se produciría en el acoplamiento a través de una nueva postura, por ejemplo. Esta forma de ver la nueva sexualidad, evita el componente emocional y negativo de los costes, es decir de lo que se ha tenido que "dejar de hacer por culpa mía que soy el que tiemblo"
Esta forma de vivenciar la sexualidad es reconocida por casi todas las personas a través de encuestas como altamente placentera, pero supone un rechazo social el reconocer, a veces incluso a la propia pareja, el uso en sí de la autoestimulación o de la mastrubación, y más aún cuando es la mujer quien reconoce haberla practicado.
Sin embargo es altamente aconsejable como práctica sexual y puede realizarse bien estando solos, o bien acompañados de la pareja. Es una forma al igual que el sexo oral muy placentera para ellas y ellos y con una gran facilidad para llevar a la persona a la fase de orgasmo. Sin embargo no es muy practicada, o al menos no se reconoce mucho su práctica.
Los ejercicios de autoestimulación son claves en cualquier terapia de pareja que tenga como finalidad reestablacer la frecuencia y satisfacción sexual de la pareja, sin embargo, cuándo son otras circunstancias de vida las que pueden llevar a la persona a usarla, pueden ser vistas cómo el último recurso y destructor de la autoestima de la persona afectada. Esto es así, si el esquema que la persona tienen de cómo vivir la sexualidad se basase en un esquema donde el coito y la necesidad de saberse satisfactorio para su pareja sea el centro de la relación, relación que por otro lado, debe evolucionar y desarrollarse de otra forma para poder expresar y vivir la sexualidad de forma más placentera.
Por tanto, si la persona comprende que los factores claves para la disfunción sexual terciaria radica en el componente emocional de las personas y por tanto en la construcción que estas hagan de su estructura emocional respecto a su nuevo rol de persona afectada, su sexualidad, se verá altamente afectada e interferida cuando el esquema de relaciones sexuales tenga como eje, la relación coital y la valía que la persona afectada tenga para satisfacer a la pareja.
El elemento rehabilitador de las relaciones sexuales radica aquí principalmente, en la necesidad de evolucionar sexualmente conforme es preciso adaptarse, pero es preciso destacar que dicha evolución formaría parte, de las demandas que la pareja tuviera en su vida sexual, sin la presencia de la enfermedad crónica, lo que ocurre aquí es que la persona tiene en mente por qué se ha de cambiar.
La reeducación sexual, y el descubrimiento de la nueva sexualidad debe ser un tema abordable en consulta para las personas afectadas, pues es sin duda un tema vital para la consolidación de la pareja y para el afrontamiento emocional de la persona afectada ante su estado de enfermedad, y ha de ser tratado con naturalidad, como cualquier otro componente con afectación o sin ella. Lo que ocurre en la mayoría de las ocasiones, es que ni tan si quiera para la pareja, la sexualidad y las relaciones sexuales se comparten con naturalidad.
Respecto a la disfunción sexual secundaria, es preciso que la pareja hable sobre cómo evolucionar hacia una sexualidad donde las interferencias emocionales de los problemas asociados o síntomas puedan permitir una sexualidad sana y placentera. Para ello es crucial entender que donde se desea llegar no es a un cambio forzado de la sexualidad vivida hasta el momento, sino hacia una evolución deseada y consensuada por la pareja. Esto supone basarse en el deseo de la pareja y en su forma de obtener placer y goce a través de la relación sexual y no partir de la referencia de qué hace u obliga cambiar.
De forma que si la persona afectada de esclerosis padece de un temblor persistente la evolción e innovación se produciría en el acoplamiento a través de una nueva postura, por ejemplo. Esta forma de ver la nueva sexualidad, evita el componente emocional y negativo de los costes, es decir de lo que se ha tenido que "dejar de hacer por culpa mía que soy el que tiemblo"
Respecto a las disfunciones sexuales, las trataremos en una nueva entrada sobre tratamientos orales. Decir que, posiblemente, en el caso de los hombres, y antes de la presencia de la enfermedad, la opción de medicare con viagra, por ejemplo, o con cialis, o con levitra, se pensó en su momento para una "noche loca y pasional de sexo". Ahora, esas opciones son posibles, pero lo que impacta es el por qué se accede al fármaco. En el caso de la mujer ocurre lo mismo.
Por tanto, todo lo expuesto anteriormente solo viene a reflejar que en las relaciones sexuales, la clave es cambiar, evolucionar, innovar, desarrollarse y romper mitos y anclajes culturales que ponen en peligro la satisfacción de la relación que se esté viviendo en ese momento.
Pero para ello, es muy importante, comprender que esto ha de llevarse a cabo, sin valorar el motivo o causa que lo provoca, pues todo lo expuesto anteriormente es aconsejable a la sexualidad de la pareja, ya sea afectada por enfermedad o no. Sin embargo, minimizar este componente cognitivo y emocional por parte de la persona afectada no resulta tan fácil, aunque hay que intentarlo.
Seguiremos trabajando.
Autor del blog.
Alberto J. Ruiz Maresca.
Psicólogo AO 04033
AGDEM
Granada, España.
16 de Julio de 2013
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