En las tardes de los jueves, donde el tiempo es para aprender
Muchas veces me miráis a los ojos y me preguntáis como si yo supiese algo más de vosotros que vosotros mismos.
Atravesáis mi mirada intentando adivinar si escondo algo, si me guardo algo por no herir vuestras emociones, que a veces intentan levantarse, otras muchas intentan hundiros y en ocasiones os tienen tocando el cielo.
En esas tardes de lágrimas y pensamientos que desnudan vuestra alma, vuestra mente desea apoderarse de la mía, adivinar lo que está pensando y conocer que pienso yo de todo lo que me habéis contado.
En esos momentos, dejáis de escuchar, dejáis de estar presentes, sólo os preocupáis por saber qué pienso yo. Esas tardes, de angustia emocional, me cuesta mucho devolveros la tranquilidad del aquí y ahora, tan sólo porque os centráis en mi, y no en vosotros.
Cuando tengas esa duda, pregunta. Pregunta porque sólo así sabrás, y sólo sabiendo dejarás de angustiarte por lo que supones sobre mi y mis pensamientos. Al igual que yo pregunto cuando tengo una duda sobre ti, cuando algo de lo que me has contado me ha dejado intrigado o cuando algo, por intuición y entrenamiento; no cuadra en el sitio que debiera. Ante esas situaciones, yo siempre te pregunto.
Y tú siempre respondes. Intentas responder sinceramente, algo encogida, algo pensativo, como si mi opinión, mi pensamiento ante lo que escucho cambiase drásticamente lo que escuché antes. Tu miedo a veces te delata, tu "qué pensará", a veces habla por ti, y tus silencios ante lo que no deseas contar te exponen ante la siguiente pregunta.
De ti sólo pienso, que tu fuerza, la que he conocido para afrontar de una forma u otra esta enfermedad, es admirable.
Claro que te conozco. Me has dejado conocerte y claro que puedo anticiparme a tus pensamientos, pues sé como piensas. Claro que sé que sufres y claro que sé por qué esas cosas te hacen sufrir, tú me lo has contado. Claro, claro que sé aquello que te atormenta y nadie más conoce, tú me lo has confiado. Claro que también sé tu mayor secreto, tu íntimo secreto, pues tú me lo has confesado. Claro que sé lo que te hace reír, pues hemos reído juntos, y también sé lo que te hace llorar, pues lo has mostrado ante mi en forma de lágrimas.
Claro que sé todo lo que quieras que sepa de ti, pues eres tú quien me hace saber. Por eso quiero, te pido, que cuando quieras saber qué pienso, preguntes. Pregunta sin miedo a mi respuesta, sin intento de adivinar qué te diré, pues con la misma sinceridad que tu me das, yo te respondo. A veces mi respuesta no te gustará, otras sí. Pero siempre has de creer, que la respuesta que escuches, intenta ayudarte.
De ti pienso, lo que tú me haces pensar. Me haces sentirme orgulloso de ti, pues no te rindes, no cedes, no renuncias, pese a todo, a todos. Tu capacidad de luchar cada segundo del día es admirable, lo es para mi, y estoy seguro que para mucha gente más.
Pero necesito que seas tú quien sienta admiración por sí misma, por sí mismo, quien se sienta orgullosa de sí misma, de sí mismo, pese a todo. Esto pienso de ti.
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Alberto José Ruiz Maresca.
Psicólogo AO 04033.
AGDEM
Granada, España.
28 de Enero de 2015
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